Friday, May 26, 2006

V.O.



La actriz Antonia San Juan ha demostrado no sólo poseer un gran talento tragicómico y versatilidad para interpretarse a sí misma en diferentes registros sino también con sus dos cortometrajes (uno de ellos codirigido) he apreciado un talento fílmico más que aprovechable para el casi siempre convalenciente panorama del cine español actual. En su breve y contundente V.O. vemos un gran trabajo de guión y diálogos y también un impecable uso del primer plano y el cambio de punto de vista para lanzarnos una interesante moneda. ¿Cual sigue siendo el papel de las mujeres en nuestra sociedad?. En ella interpreta a una actriz que sentada a cenar con un recién conocido mantiene una conversación desproporcionada. Ella sabe mucho y es arrogante en sus comentarios, ninguneando al pequeño adversario dialéctico y posible pareja (¿buscada por Internet?) que tiene en frente, al otro lado de la mesa. La ironía, el guiño cómplice, la soltura narrativa (dentro del marcado estatismo de la sitaución) nos desconciertan pero al final Antonia y su equipo nos pregutan (¿hubieramos valorado igual al personaje si se invirtiera la situación y fuera el varón el que volacara sin miramientos su viril erudición y cierto snobismo y la mujer la receptora ninguneada?). Un corto que tengo que conseguir, pues tiene mucha miga, y que, los que podáis, no debéis dejar de ver con atención.

Friday, May 12, 2006

ARTICULO SOBRE LITERATURA

PATRICIA Y LOS MONSTRUOS






La editorial Anagrama, en su colección de literatura extranjera "Panorama de Narrativas", se ha dispuesto a reeditar las obras casi completas de Patricia Highsmith, escritora sumamente conocida pero a la vez absolutamente infravalorada en el panorama de las letras internacionales. Las razones de este olvido son numerosas y no siempre fáciles de explicar. Highsmith es una autora incómoda e innovadora y en algunos aspectos aún no superada. Alternando las propuestas atrevidas con las concesiones al mercado la escritora estadounidense sorprende por la modernidad de su prosa, por lo que no es extraño de que esté siendo objeto de un relativo revival que se refleja en algunos, todavía pocos y tímidos, estudios sobre el conjunto de su obra y en nuevas adaptaciones cinematográficas de sus libros con títulos interesantes y desiguales como "El talento de Mr. Ripley" de Anthonny Minghella o "El juego de Ripley" de Lilliana Cavani.
Highsmith representa una ruptura interesante en la novela negra y policiaca del siglo XX. Las pocas mujeres que habían escrito novela de intriga lo había hecho desde lo que se considero, un tanto despectivamente, como "literatura femenina". Autoras como Agatha Christie se habían introducido en el género desde una posición pulcra, esterotipada, sin duda efectiva y con un amplísimo público pero tamizada por la discrección autorial, la flema británica y una larga serie de condicionantes. El mundo aséptico de ancianitas investigadores, té con pastas e inspectores sarcásticos no suponía ninguna amenaza real para los varones que dominaban el género. Higshmith supuso una relativa revolución por incorporarse al lado más aspero y oscuro de la novela de intriga, en su vertiente negra, hasta entonces sólo poblada por autores masculinos, duros y virilizantes como James M. Cain, Jim Thompson o Raydmond Chandler.
Highsmith no ha sido una autora homogénea. Saltó al éxito internacional gracias a la brillante adaptación cinematográfica que hizo Alfred Hitchcock de una de sus primeras novelas: "Extraños en un tren". Hasta entonces había sido una autora, sobre todo, de relatos breves que ahora aparecen por primera vez en castellano en recopilaciones bajo el tíutlo de "Pájaros a punto de volar" o "Una aficción peligrosa". Sus cuentos, no siempre igual de logrados, desde su status de esbozos, representan ya un claro interés por la exploración de las debilidades humanas, con una peculiar versatilidad para describir tanto universos femeninos desgarrados como mundos masculinos peculiares y nada convencionales.
"Extraños en un tren " supone una aproximación a un mundo de psicología turbia dónde dos hombres opuestos pero a la vez complementarios se enfrentan en un siniestro duelo donde sale a relucir lo más bajo de sus caracteres. Guy, el tenista playboy vive en un universo burgués de falsa seguridad , típicamente estadounidense, marcado por la hipocresía y el arribismo, el tipo de mundo mediocre y pretencioso que en otras novelas posteriores la autora ha diseccionado con impalcable acidez y hondura. Guy y su alter ego Bruno, el psicópata, como Jequill y Hyde, son las dos caras de una misma moneda. Ya en esta novela la autora plantea la homosexualidad como un factor clave en el universo autodestructivo y desetsabilizador en las relaciones homosociales entre varones, en una socieda y una época en la que la diferencia erótica debía ser oculttada. El armario hoomssexual y laas relaciones especulares entre varones, el deseo que se sublima en la amistad o en el odio y la rivalidad aparecerán de un modo casi efervescente en una de sus obras de mayor éxito "El talento de Mr. Ripley". Esta novela conoció una adaptación tan eficaz como descafeinada por parte del realizador francés Rene Clement en uno de sus últimos y mejores trabajos tras la cámara. Protagonizada por un sexy Alain Delon "A pleno sol" afinanzó la fama de Higsmith. Este mismo libro ha conocido una reciente nueva adaptación para la gran pantalla por parte del director de orignen australiano Anthonny Minguella que ha puesto en primer término las connotaciones homoeróticas de la novela. La paranoia, los cleos, la ambigüedad moral y la soledad del personaje apaarecen reforzasdas en el académico, discutible pero elegante, refinado y sugerente filme de Minguella.
La autora ha alternado la novela policiaca con otro tipo narrativa que se aprocima más a un universo femenino y doméstico, menos violento en aparienica, pero igualemnte desestabilizador. Es el universo típicamente norteamericano de "El diario de Edith" su novela más respetada por la crítica. En este libro , posiblemente su obra maestra, nos muestra el infierno personal de un ama de casa de clase media que ve derrumbarse su matrimonio y mantiene una relación amor-odio con su hijo Clifie, otra criatura masculina a la vez conmovedora y monstruosa, tierna y despiadada. "El diario de Edith", además de una reflexión sobre la escritura y el autoengaño es una crítica feroz del "american way of life" y una de las mejores novelas sobre el efecto del macarthysmo y el aburguesamiento de la vida yankee en los años cincuenta.
Antes, justo después de "Strangers on a train", en un momento de crisis personal y creativa la autora publicó con seudónimo "Carol", una obra menor pero una novela valiosa por sere uno de los primeros libros en lengua inglesa que mostraba una historia de amor entre mujeres con fianl feliz. El mundo burgués de "Carol" está hecho de pequeños gestos, sutiles mentiras y hondos desgarros interiores. Este microcosmos a la vez acomodaticio y crispado reaparecerá en dos títulos interesantes y a revisar como "Gente que llama a la puerta" y "El hechizo de Elsie", donde la agilidad y la versatilidad narrativas se mezclan con pequeños guiños de crítica social y thriller psicológico.
La autora ha vuelto más a menudo al género que más fama y dinero le ha dado, aunque la crítica casi nunca ha sido generosa con ella. Es el mundo negro, negrísimo de su saga de Ripley o de las historias sórdidas y desoladoras que nos cuenta en "La celda de cristal" y "Ese dulce mal". Todas ellas visiones irónicass del lado oscuro de la naturaleza humana y de la sociedad estadounidense. El estilo de Highmsith no ha sido siermpre bien comprendido siendo considerada una "rara avis", una autora de aspecto solitario, misántropo, lésbico, de "masculina pluma" y con más amor por los gatos y el crimen que por sus congéneres. Sería una versión anglosajona, adulta y cruel de otra marginada de la literatura española, Gloria Fuertes.
Por último no está de más citar su demaidao conciso pero interesante ensayo "Suspense" que más que el prometido recetario de consejos para escribir una novela policiaca es un breve repaso a su carrera y sus métodos de trabajo. En este opúsculo (editado también por la editorial Anagrama) la autora muestra cómo tras su hermetismo hay interés altruista por la escritura y los escriotres, por el mundo de la cultura y por lo que supone la labor creativa en un panorama literario donde no ha representado, hasta ahora, todo lo que ha debido representar.
(Una versión de este artículo apareció en el número 24 de la Revista burgalesa "Plaza de San Juan")

Monday, May 08, 2006

NUEVO TEXTO BREVE












LAS RAZONES DE FLAVI


Quienes padecen anorexia- pérdida de apetito, ayuno- son sobre todo adolescentes. Las víctimas de la agorafobia- temor a lugares abiertos o públicos- suelen ser mujeres, con mayor frecuencia amas de casa de mediana edad, al igual que las víctimas de la incapacitante artritis reumatoide.
Dichas enfermedades son causadas por la socialización patriarcal de diversos modos. Obviamente, por supuesto, es probable que cualquier chica, pero sobre todo las vivaces e imaginativas, experimente su educación en la docilidad, sometimiento y abnegación como algo en cierto sentido enfermizo. Ser entrenada en la renuncia es casi por necesidad ser entrenada para una mala salud, ya que el primer y más fuerte impulso del ser humano es su propia supervivencia, placer, afirmación”

(Sandra Gilbert y Susan Gubar “La loca en el desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX. Ed. Cátedra. Feminismos”)






Flavio tiene dicienueve años y se mira al espejo dieciocho veces al día. A las doce de la noche vuelve a mirarse una vez más para ver los cambios que la tarde, las salidas, el estudio, el sexo o las fiestas han efectuado en su rostro, en sus hermosos ojos, en sus pronunciadas ojeras. Cambios que él califica a la vez de fascinantes y estremecedores. Flavio ha puesto en su a la vez tímido e insolente blogg sesenta cosas sobre sí mismo acompañadas de la advertencia de que no son del interés de nadie. A mi me interesaron todas pero sólo reproduciré aquí algunas.

. Me encanta mirar a los ojos a los profesores para incomodarles
. Amo a Virginia Woolf
. He intentado suicidarme un montón de veces
. Odio la lasaña vegetal
: Soy un manipulador nato
. Una falta de ortografía puede hacer que me desencante de alguien (a no ser que ese alguien sea muy especial)
. Prefería morirme antes de tener un hijo
.Me masturbo una vez cada quince días
. Tengo ganas de morirme cuando salgo del psiquiatra
. No creo en la Virgen María
. Creo que Jesús está un poco Over Rated
. Mi primer amor fue Arnaud, mi profesor de literatura del instituto
. Me gusta que me aten, soy medio sado-masoquista
. Fui virgen hasta los dieciocho


El espejo de Flavio es un espejo terrible e inmisericorde. Es como el de la madrastra de Blancanieves; siempre le dice la verdad del modo más cruel posible. Y a medianoche es como Cenicienta temiendo que sus encantos se conviertan en harapos, los carruajes con los que sueña en calabazas y los príncipes en viscosos y oscuros anfibios, sus zapatillas de deporte en zapatitos de cristal rompible. Ese otro espejo tampoco le perdona. Y Flavio come muy poco para estar más delgado y menos sólo. O no como nada o me doy atracones, comenta. Aunque lo primero ha sucedido con más frecuencia que lo segundo. Ha pasado de 70 Kg. a 53 en sólo unos meses. Ha tardado mucho tiempo en darse cuenta de que estaba realmente enfermo y no está seguro de que en su entorno se hayan dado cuenta del todo. Aunque su familia le pague un psiquiatra de San José, la ciudad de Costa Rica en la que vive. Ese psiquiatra del que siempre sale con renovadas ideas de muerte.

Flavio escribe muy bien, ya tiene alguna publicación, y a pesar de su delgadez pronunciada es un chico hermoso, con una mirada intensa, no me extraña que haga bajar los ojos a los profesores. Es estudioso y perfeccionista, nunca está contento del todo. Adora a algunas de sus maestras de literatura, le gusta su profesor de gimnasia, aunque no la clase, y, en general, está decepcionado con la Universidad pues pensaba sería completamente diferente al instituto.
Flavio me ha escrito: no soy nada tímido. Tiene amigos y amigas e incluso algunos devotos de las atormentadas confesiones que leo en su blogg “Confesiones de un bibliotecario”, en el nuevo y en el que se quedo paralizado por esos misterios del ciberespacio y las tecnologías. Los dos se llaman igual. Flavio adora lo mismo Harry Potter que “El segundo sexo”, la prosa densa y modernista de la Woolf que la música a la última moda. Y por su desarmante sinceridad podría pensarse que efectivamente, la inhibición no está entre las características de su personalidad. Pero también me comenta que la principal razón de dejar de comer fue la soledad. La inmensa soledad y el vacío que siente, a pesar de sus amistades, y de sus ocasionales ligues con otros chicos, por lo general menos exitosos de lo que a el le gustaría. A estas alturas ya estaréis, como yo estuve a punto de hacer, clasificando, definiendo, diagnosticando poniendo etiquetando, incluso descalificando a Flavio.
Es inmaduro estaréis pensando, es el típico adolescente, vive en una localidad casi tercermundística que mira a los modelos culturales, socioeconómicos y corporales del Imperio, es el típico chico listo y aplicado que no se quiere a sí mismo y no se relaciona del todo bien con los demás, es demasiado exigente consigo mismo y con los que les rodean, es narcisillo y auto lesivo, es gay y todavía no lo acepta bien, es anoréxico, tiene problemas de autoestima, autoconcepto y trastornos alimentarios, como el los llama.
Flavio no parece hacer mucho caso de esas etiquetas que le hemos puesto o que el mismo se pone ocasionalmente y desde su desván Web lanza una mirada desafiante al mundo, llena de dolor pero sobre todo de un inmenso e inclasificable amor. Un amor que no puede tener código de barras, ni barrotes, como su cuerpo delgado, desafiando cánones.

Flavio casi sólo recibe comentarios de chicas que le llaman cariñosamente Flavi. Flavio ha dejado claro en su blogg que es gay, que lo pasó fatal en su pubertad y que siempre le ha gustado lo masculino. Cuenta como rezó a Dios para cambiar, como cambiaba de canal cada vez que salía un torso masculino en los anuncios y como lloraba días y noches enteros. Pero ya está tranquilo y aunque fue virgen hasta los dieciocho ha tenido varias historias y muchos rollitos. Flavio es un chico deseado y deseante. Confiesa que le gusta el sexo y detesta a la gente que todavía tiene tabúes a la hora de hablar de ello. Esos tabúes de los que tanto le ha constado desprenderse, y que aún se agarran a una piel delicada. Si no estamos al tanto la gente como Flavio seguirá en peligro. De hecho ya no puedo ver su blogg. Ha sido engullido. Tengo miedo. Como decía Tennessee Williams: Si no estamos al tanto los gorilas tomarán el mando.

Thursday, May 04, 2006

ARTICULO NUEVO DE JAVIER SÁEZ



OSOS DESPLUMADOS

Por Javier Sáez


La comunidad bear, que surgió como reacción contra un modelo de cultura gay estandarizado que excluía otros cuerpos y otras formas de deseo, corre el riesgo de convertirse a su vez en una cultura excluyente. Y lo que es peor, aliándose con el régimen que produce la mayoría de los procesos de marginación y odio homofóbico: el régimen heterosexual.
Escuchamos cada vez más en boca de muchos osos expresiones como “la pluma no tiene cabida en nuestra cultura”, “somos gente normal, no como esas locas afeminadas”, “lo nuestro es la masculinidad natural”, etc... Sólo les falta decir que los osos en realidad somos heterosexuales que por accidente follamos con hombres. ¿Ahora resulta que la cultura de los osos es el retorno del hombre de verdad, el de la copa de soberano y la faria, que lee el Marca mientras se rasca los huevos antes de golpear a su mujer? La plumofobia que se respira entre algunos osos (no todos, por suerte) supone una alianza repugnante con lo peor del machismo y la misoginia (“en nuestros bares no entran chochos ni locas”) que caracteriza la cultura dominante, es decir, hetero, y en el fondo no es sino otra forma de homofobia.

Además, esa posición de “somos normales” olvida que el mundo hetero va a seguir aplicando su régimen, va a seguir considerándonos unos degenerados, una cosa rara, o como mucho algo exótico, para dar un toque pintoresco en los programas de la tele. Querer ser normal, o incluso querer ser un hombre, con todo lo que eso implica, me parece una aspiración de lo más triste. Aunque parezca que los heteros te “aceptan” en su mundo cuando te felicitan encantados “porque no se te nota nada” (o sea, “porque no pareces un maricón de mierda, a los que no soporto”), parece que algunos olvidan que el oso en realidad es una monstruosidad ontológica, y en ello reside su gracia y su potencia subversiva. Somos monstruos porque un hombre de verdad, como dios manda, natural, normal... es hetero, folla con tías. Y el oso, mal que le pese a alguno, es maricón de arriba abajo. Y ahí vienen los problemas para el cerebro binario hetero: “pero ¿cómo es esto?, un tío fuertote, peludo, barbudo, de 120 kilos, mas basto que un arado... ¿folla con otros tíos?” ERROR. FILE NOT FOUND. WINDOWS DETECTÓ UN FALLO EN EL SISTEMA. PLEASE, RESET. Los heterocircuitos del chip homófobo empiezan a echar chispas, humo, y revientan. Y esa es precisamente nuestra ventaja y nuestra conquista, nos gustan los rasgos masculinos y viriles, pero sabemos que eso es tan artificioso como cualquier otra identidad, y lo ponemos en cuestión precisamente con algo tan contradictorio como soltar pluma, algo que, por cierto, hacen muchísimos osos. Rompemos el estereotipo de lo que significa ser hombre, y eso es tremendamente subversivo: “sí, somos como tú de viriles, pero resulta que somos maricas, nos gustan los hombres y además podemos chillar como la que más o hablar en femenino si nos da la gana”. Se trata de aprovechar la potencia performativa de nuestra posición paradójica para desmantelar el dispositivo binario de sexo y género que regula nuestras vidas y produce los odios y las persecuciones. En efecto, muchos osos tenemos pluma, o nos encanta que la tengan otros osos, o nos podemos travestir si nos apetece, o podemos bailar con más contoneos que Shakira, porque no hay ninguna masculinidad esencial que reivindicar o proteger, eso es una ficción hetero. La masculinidad y la feminidad son posiciones vacías, que no se corresponden con los hombres y las mujeres. Por eso mismo hay también masculinidades sin hombres, como demuestran muchas subculturas lesbianas (drag-kings, butchs, camioneras, las garçonnes francesas de los años 20, las lesbianas leather, etc.). Judith Halberstam ha estudiado todas estas subculturas en su fascinante libro “Female masculinity”, libro muy recomendable para los que todavía piensan que lo masculino es “cosa de hombres”.

Esta paradoja está vinculada a otro de los tópicos de la cultura osuna: somos naturales. Vamos, que los osos acabamos de bajar andando de los Picos de Europa. Pero resulta que en vez de miel tomamos cerveza, éxtasis, popper, ghb, coca o ketamina, y en vez de ir desnudos, vestimos camisas a cuadros, vaqueros, cinturones, botas, gorras, tirantes, nos recortamos cuidadosamente la barba y la perilla, nos afeitamos la cabeza, nos tatuamos... Curiosa naturaleza. Somos una subcultura que juega y disfruta con los rasgos de la masculinidad, pero de ahí a creerse que ésta existe como algo “natural” hay un peligroso paso. En realidad esta palabra encierra otra trampa: la palabra “natural” significa heterosexual. Para el código hetero, los hombres “de verdad” no se cuidan, no se ponen camisas de licra, no se pintan, no llevan tacones, no chillan, no lloran... es decir, son “naturales” (pero ojo, tampoco follan con tíos, eso es “antinatural”). El problema es que la artificiosidad con que se construye el hombre “de verdad” no se ve, es una omisión. Es silenciosa, muda. Supone controlar sus gestos (¡esas manos!), sus voz (no grites!), sus ojos (no mirarás el paquete ajeno), su cuerpo (¡esas caderas!; los hombres deben bailar con la movilidad del robot R2D2, como mucho).

Lo importante del código “natural” es obedecer a esa ley según la cual los hombres no hacen cosas raras con su cuerpo ni con su vestimenta. Ese “no hacer” es lo masculino, y en realidad se basa en “controlar”. Pero ese mismo el dispositivo es tan artificial como la pluma. Lo que uno aprende desde pequeño - todos los niños varones-, es a reprimir y controlar cualquier gesto, voz y deseo que pueda revelar “afeminamiento”. Y si uno es marica, aprende mucho más rápido a reprimir esos signos externos, hasta el punto de que a veces me pregunto si la masculinidad excesiva de que hacemos gala los osos (esa voz grave, esos gestos torpes, rudos y bruscos, esos abrazos golpeándonos las espaldas con fuerza, esa exhibición del vello corporal) no son sino una consecuencia de ese aprendizaje “quenosemenotequesoymarica” generado por el terror infantil a ser descubierto. Ya se sabe, lo peor en un colegio es ser el niño mariquita. Para disimular algunos aprendimos demasiado bien el código y nos hemos pasado. Y por eso hablamos aquí de traición: los niños proto-osunos sobrevivimos en la escuela y en el instituto con nuestros gestos machirulos y nuestra barba precoz. “Pasamos” por hombres de verdad, algunos incluso jugábamos al fútbol. Los niños menos obedientes, o peor adiestrados, de pluma incontrolable, perecieron en el intento de ser normales (o ni siquiera lo intentaron, en un gesto que les honra), se convirtieron en niños mariquitas, y sufrieron el escarnio, la humillación, el insulto y la violencia. La misma violencia que está detrás de frases como “entre los osos no tiene cabida la pluma”.

¿Los osos plumófobos están orgullosos de colaborar con ese exterminio? ¿Cuál será el siguiente paso hacia la normalidad, quedar con neonazis para ir juntos a apalear maricas a los parques? Los osos estamos ahora en esta encrucijada política: podemos reivindicar la diversidad, disfrutar de la pluma y cuestionar la homogeneidad que supone “lo normal”, o podemos aliarnos con el enemigo en su cruzada heterrorista en defensa de la masculinidad “natural”.


Javier Sáez (Burgos, 1965) es sociólogo y traductor. Es autor del libro TEORIA QUEER Y PSICOANÁLISIS, y coautor de los libros EL EJE DEL MAL ES HETEROSEXUAL y TEORIA QUEER: POLITICAS BOLLERAS, MARICAS, MESTIZAS, TRANS. Ha prologado y traducido con Beatriz Preciado el libro de Judith Butler LENGUAJE, PODER E IDENTIDAD, y con Paco Vidarte EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL de Monique Wittig. Es el responsable de la revista electrónica queer www.hartza.com. Es el coordinador, con el fotógrafo Antino, de la campaña “OSOS CONTRA EL SIDA: PELOS SÍ, A PELO NO” (www.antinoo.com). Actualmente trabaja en el Fondo Social Europeo.

Monday, May 01, 2006

MI ULTIMO ARTICULO SOBRE CINE QUEER




CIUDADANOS QUEER, PARODIA, HOMENAJE Y APROPIACIÓN FÍLMICA

“Velvet Goldmine” de Todd Haynes y “Ciudadano Kane” de Orson Welles.





“Velvet Goldmine”, el tercer largometraje del realizador Todd Haynes, sigue una estructura narrativa e incluso una serie de situaciones y personajes que, en cierto sentido homenajean, copian o parodian al clásico por excelencia del cine estadounidense “Ciudadano Kane” de Orson Welles. Haynes saltó a la fama como realizador del controvertido filme de episodios “Poison”, otro homenaje, esta vez al universo poético y homoerótico de Genet gracias al que se convirtió en uno de los abanderados del “new queer cinema”. Cambió, al menos en apariencia, de registro para introducirse en un mundo femenino atormentado y en un registro ciencia-ficción antiutópica con “Safe”, un infravalorado título de honda dureza, hermética realización y una espléndida interpretación de Julianne Moore (a la que retomaría con resultados aún más espectaculares en “Lejos del cielo”, su último trabajo estrenado y su gran salto al cine “mainstreain” con nominaciones a los Oscars incluidas).
Con “Velvet Goldime” Haynes parece dar un paso hacia el cine comercial con un retrato coral y visualmente hipnótico de algunos personajes, inspirados en la realidad, del rock-glam de los años setenta. Aunque como el mismo y los intérpretes declaran se trata ante todo de un filme sobre el derecho a la diferencia y la inestabilidad de nuestras identidades, algo que ha caracterizado siempre al cine de este inquieto y personal realizador. Estamos ante un falso documental y un filme de investigación, el retrato visualmente deslumbrante de un estilo de música, de una generación y de una serie de rutilantes figuras del mundo del espectáculo, al que se homenajea pero también satiriza y, a ratos, critica. El filme ha sido acusado de puramente esteticista y ornamental pero Haynes es seguramente uno de los menos esteticistas y ornamentales de los realizadores que saltaron a cierta fama cinéfila a partir de la eclosión del llamado new queer cinema. A diferencia del “Swoon” de Tom Kalim o el “Go Fish” de Rose Troche, los filmes de Haynes, como los de Greyson y Araki, ponen por delante el compromiso y la reivindicación a la belleza estética o la búsqueda plástica incluso cuando, como en este caso, se trate del retrato de un momento sobre la estética de la música, la juventud y el cambio de estilo, el giro hacia lo camp y lo sexualmente ambiguo de una generación. Una generación que, al menos en apariencia, o así se quiso ver desde los sectores más conservadores, basó su revolución en una cuestión de moda superficial, una tendencia que rompía con los collares y los estampados de la era hippy para sustituirlos por las plataformas, la purpurina y el rimel. Pero su propuesta fue también, aunque sólo en cierta medida, la de una “revolución sexual” que había tenido su origen más político en las revueltas del Stonewall neoyorkino de 1969. Una revolución sexual que, a pesar de sus avances formales y bajo la incisiva mirada de Haynes, en seguida muestra los endebles cimientos sobre los que se sustenta y lleva en sí mismo, al menos en algunas de sus figuras más mitificadazas, el germen de su autodestrucción.
Al principio del filme, después de su prólogo crítico-hagiográfico (un gran personaje con misterio y miserias que le llevarían a desaparecer de la escena pública) que evoca ya al filme de Welles y el pequeño falso documental con el que este también se inicia, incluye una serie de entrevistas a jóvenes donde critican “esa moda bisexual” según la cual, en palabras de Ewan McGregor:“está de moda ser gay, parecer gay pero para ello hay que hacer el amor al estilo gay y la mayoría de estos chicos no podrían. Decir que todo el mundo es bisexual queda muy bien pero no tiene ningún sentido”). Al final de la proyección privada como en "Kane" la película se quema y comienza la andadura del encargado en desentrañar un enigma.

Al periodista (Christian Bale) ya acomodado, un antiguo seguidor de la moda y el rock glam que le ayudó a descubrirse a sí mismo, se le encarga la misión de investigar al personaje estelar de Brian Slade, un ser supuestamente fascinante que encarna un irreconocible Jonathan Rhys Meyer (Match Point). El joven periodista , de aspecto algo desencantado, tras una adolescencia difícil marcada por la homofobia familiar, las dudas sobre su identidad y su aficción a la música y el estilo del glam-rock, emprende sin muchas ganas su andadura indagadora pero pronto se resucita en él cierta nostalgia por aquél mundo y aquellos días rutilantes al que perteneció. Los personajes que busca y entrevista nuestro investigador son una clarísima evocación de los que aparecen en “Ciudadano Kane”. Visita al amigo-manager, en silla de ruedas, y la esposa despechada, hosca y amargada, sentada sola en la mesa de un bar. Estos dos personajes, incluidos en atmósferas similares a los del filme de Welles, sirven a Haynes para articular largos y complicados flash-back en los que el cambio de punto de vista en esencial. El "Rosebud", palabra enigma del filme de Welles, se ve sustituido por ese broche verde que lleva el niño del comienzo y que evoca el clavel verde que portaban con orgullo los dandys del diecinueve en un filme donde la sombra de Oscar Wilde está siempre presente. Frente al misterio de Slade, su aspecto andrógino, su sensual música y su personalidad esquiva encontramos la carnalidad y actitud provocadora de Kurt Weill al que da vida un Ewan McGregor todavía en estado de gracia (márcandose de entrada un baile desafiante con desnudo incluido) Junto a ellos como Mandy, la mujer de Slade aparece una simpática e intensa Toni Collette que se ve finalmente desplazada por estos dos grandes tigres de papel masculinos del mundo de la música de los setenta que se enamoran pero no pasa mucho tiempo sin que sus poderosos y atormentados egos choquen. Haynes como en "Far from heaven" hace una crítica del papel marginal que se otorga a las mujeres en las relaciones homosociales y homoeróticas entre varones y cómo su intento de comprender y aceptar no se ve recompensado.

El homenaje cinéfilo que muchas veces deviene en parodia ha sido esencial para los realizadores de cine queer y gay independiente y un aspecto no lo suficientemente comentado por los estudiosos. La parodia de “Sunset Boulevard” (particularmente de su célebre arranque con el cadáver parlante en la piscina) de Bruce LaBruce en “Hustler White”, la que hace brevemente Gregg Araki en "Maldita generación" de la secuencia de voyeurismo de Norman Bates en “Psicosis” (el ojo en primer plano, la abertura en la pared y la ducha) muestran la memoria cinéfila y la apropiación camp. Y en términos apropiativos destaca sobre todo la revisión, en ciertos aspectos respetuosa pero también perversa que hace el propio Haynes del melodrama sirkiano (“Solo el cielo lo sabe”) en “Lejos del cielo”. Estos parciales "homenajes" no deben ser pasados por alto a la hora de estudiar el posicionamiento de estos cineastas respecto a un legado cultural visual que pesa, que les ha marcado como espectadores y cineastas, pero que son capaces de cuestionar.