SI QUERÍAS UNA NIÑERA HABERTE CASADO CON MARY POPPINS
“Todo por un sueño” supuso una sorpresa para los compañeros de carretera del irregular francotirador Gus Van Sant. Los que admiraron “Mala noche” y “Drugstore Cowboy” o adoraron “My own private Idaho” o quedaron estupefactos con el efecto lisérgico “Ever Cowgirls get the blues” vieron sin duda un giro decisivo en la carrera de este francotirador del cine independiente, gay e iconoclasta con "Todo por un sueño": la historia de Suzanne Maretto, una presentadora de televisión arribista dispuesta a todo para lograr el éxito personal y profesional. El problema es que Suzanne se ha casado con Larry, un tipo mediocre -al que da vida un Matt Dillon de mirada perruna- que no entra en su mundo, limitado a los rayos catódicos y la búsqueda a toda costa de “un lugar en el sol”. El personaje de Suzanne es una verdadera performance interpretativa de Nicole Kidman que logra uno de los papeles más difíciles de su carrera interpretando a una “mala” llena de gancho que, a pesar de su mezquindad, se gana la simpatía del espectador por la estupidez con la que se conducen todos los que la rodean, particularmente los hombres.
El realizador de "Elephant" y "Last days" articula el camp, la ironía, el humor negro, la mirada homoerótica y el gusto por admirar a una "gran mujer" y a la vez mostrar sin piedad su lado más oscuro y sus artimañas más rastreras. También traza una disección implacable de los mecanismos de ascensión y triunfo en la sociedad occidental en general y en el mundillo de los medios de comunicación en particular. Y también retrata el mundo del que procede: la clase media estadounidense, su falsa inocencia, sus valores nuevos y corsés heredados.
Van Sant se enfrenta a una visión moderna y aparentemente ligera de la “mujer fatal” en un personaje que es un misterio y que desde el principio se nos muestra como una imagen pública que se disuelve gráficamente en "un montón de puntitos". Suzanne es una criatura a la vez monolítica (ciega en sus propósitos) y centrífuga ya que es alternativamente adorada u odiada por aquellos que le rodean, particularmente por la familia de su marido –cercana a la mafia italiana- y por esos tres chicos jóvenes del instituto a los que utiliza en su carrera hacia el estrellato.
¿Por qué, a pesar de todo, nos cae bien Suzanne? Porque utiliza y maneja a seres a los que destamos en la vida común, es decir aquellos que admiran ciegamente a gente como ella y que a la vez fijan sus horizontes vitales en los “familie values” y la estabilidad al uso. Suzanne no encaja en ese puzzle sino que más bien lo desbarata igual que Van Sant desorganiza el relato temporalmente para dar una visión a la vez completa e incompleta, cáustica y devastadora, del personaje y su mundo.
Suzanne es un objeto y un sujeto y también una idea visual que nace de una imaginación saturada por el camp, es decir, por una mirada perversa sobre algo falsamente inocente y lleno de claves, en este caso el atractivo y el garbo de la protagonista para seducir y engañar.
Cuando su marido y la familia de esta instan a Suzanne a convertirse "en madre" ella responde con una sentencia lapidaria: “Si querías una niñera haberte casado con Mary Poppins”. La dama de hielo – como la define su sagaz cuñada- la chica de la portada de las revistas -como diría Addison de Witt-, muestra su lado oscuro y lo hace a través de un giro que tiene mucho de mirada gay, queer e iconoclasta sobre la familia tradicional y los valores tradicionales. Suzanne no es una heroína, y es difícil empatizar con ella, pero gran parte del placer de “To die for” está en compartir con ella determinados gestos, forma de actuar o en admirar como utiliza el rostro, ropas, guiños, maquillaje, artilugios y frases hechas o deshechas para lograr un estilo de vida propio. Apariencia y realidad se confuden con perversidad.
El destino fatal de Suzane no es ejemplificador ya que no puede destruirse del todo algo que no se ha llegado a construir y es que la “chica del tiempo” de la tele es una imagen mental sobre la Norteamérica con mayúsculas y dos de sus pilares más sagrados: la familia núclear y la comunicación audiovisual.
Suzanne seduce a un joven con problemas de adaptación (interpretado por un jovencísimo Joaquin Phoenix), coquetea con una chica con tendencias lésbicas, asesina a su marido cuando se interpone en su camino y, en el fondo, presentimos como desprecia a cuantos le rodean aunque no podemos odiarla del todo por todo ello ya que ella misma parece definirse como el producto de una sociedad y un momento y acaba convirtiéndose en una bomba de relojería sobre el patriarcado tradicionalista y sobre la gente como ella o con sus mismas aspiraciones. Van Sant, como en otras ocasiones roza el moralismo pero cree demasiado en la fuerza de su personaje para emitir un juicio y deja, como siempre, una puerta abierta a la duda , el desasosiego y el desconcierto.
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