Wednesday, December 26, 2012

LA CARNE Y LA METÁFORA


 




 
“La carne y la metáfora” es una reflexión inteligente, inquietante  y documentada sobre el cuerpo desde la “teoría queer”. En pocas pero contundentes páginas Coll-Planas- mezclando diferentes registros de escritura -  nos pone frente a la cotidianeidad de la violencia regulatoria que se ejerce sobre nuestros cuerpos “sexuados”. Un libro lúcido, contundente  y estremecedor   que deja huella y que  abre caminos para llevar la teoría a las vivencias cotidianas o extraordinarias. Colectividades alienadas, sujetos disidentes y cuerpos medicalizados, la transfobia en otros países, el rescate de la teoría queer como un discurso de protesta social y reivindicación política. Mezclando la ironía y el dolor, la filosofía (Butler, DeLauretis, Foucault,  los posestructuralistas) y la experiencia de muchas personas, la teoría queer y las prácticas corporales (de artistas de la calle, performers del cuerpo o del ciberespacio)  “La carne y la metáfora” se aproxima sin tapujos a muchos tabúes vigentes sobre las “verdades admitidas” sobre las verdades y mentiras que se extraen de  los cuerpos y los sexos.  Entre la reflexión y la invitación a la subversión el libro de Coll-Planas acerca la teoría queer a realidades como el control uniformador  de los mass-media,  las nuevas tendencias en el arte minoritario y de vanguardia, la modificación corporal y el continuum de género,  la  violencia sobre las personas transexuales o transgénero  y nos habla del poder del lenguaje y del lenguaje de los que tienen el poder.

Monday, December 24, 2012

COSMÓPOLIS


 

Con “Cosmópolis” David Cronenberg  prosigue su trayecto hacia un cine más intelectual que el de  los festivales de vísceras y mutaciones que lo dieron a conocer como profeta de “la nueva carne” a finales de los ochenta con filmes como “Rabia”, “Videodrome” o “La mosca”. No obstante – y tras adentrarse en el cine de acción y violencia - , el director de “Crash” (otra fábula negra y enfermiza) continúa en la intelectualización de su cine y, si en su anterior y discutido trabajo (“Un método peligroso”)  se atrevió con Freud, Sabina y Jung, en esta ocasión adapta una novela homónima  del controvertido  Don DeLillo (“Submundo”), un neoyorkino retratista del lado oscuro del “sueño americano”.  “A dangerous method” resultaba ser un filme de factura algo convencional  que desmerecía la ambigüedad moral y el cosmos desgarrado del autor de películas tan febriles como  “Spider” o “ExistenZ”. “Cosmópolis” es una distopía ¿futurista? sobre Eric Packer un joven multimillonario (Robert Pattinson) que recorre las calles de una gran ciudad en una mastodóntica limusina (una especie de caravana de lujo y confort)  y  a través de la misteriosa aparición de diversos personajes de su vida pasada y presente  y de  sus temores íntimos  se da cuenta del vacío de su existencia y comienza un agrio y algo pedante camino hacia la locura y la autodestrucción.

Cronenberg, director de la crueldad y la ironía,  construye un microcosmos asfixiante porque -a pesar de que gran parte del filme transcurre en vehículo de dimensiones desproporcionadas- el espacio de la esperanza y la ilusión en la vida del atribulado Eric se va cerrando a medida que, a través, de la aparición fantasmal de personajes diversos  su trayectoria como ser humano es puesta en entredicho.


Vemos en “Cosmópolis” la habitual obsesión del realizador canadiense por el cuerpo y la piel  de sus personajes, por  sus mutaciones  y  sus mentes atormentadas y al borde del estallido (“Videodrome”, “Spider”). En las calles de la gran ciudad se suceden las manifestaciones, las revueltas  y los disturbios mientras este joven y arrogante  ejecutivo  recorre los recovecos de su existencia en busca de respuestas a preguntas filosóficas cada vez más oscuras. Una metáfora algo obvia del aislamiento de los poderosos hacia lo que sucede, hoy en día, en las calles de nuestras ciudades. El problema es que el joven Robert Pattinson (“Crepúsculo”)  no da en absoluto la talla como un  “yuppy” desencantado de su vida y más bien parece ir a un baile de Halloween que a una calle sin salida a través de los senderos de una existencia marcada por la avaricia y el materialismo, los amores frustrados, las posesiones aparentes  y una extraña soledad en medio de la comodidad (ejemplificada en ese “largo viaje hacia la peluquería”). Nihilista, inquietante   y bien rodada, con una sombría fotografía  de Peter Suschitzky, una tenue banda sonora de Howard Shore (habituales  colaboradores del realizador canadiense),  “Cosmópolis” coquetea con  lo fantástico pero sobre todo con la teatralización de las obsesiones materiales, sexuales y morales de su protagonista y sus fantasmas que cobran forma en seres humanos de desagarrada trayectoria. De una manera algo bergmaniana (donde el pasado y el presente se cofunden)  asistimos a un desfile de secundarios -entre los que destaca la estupenda Samantha Morton frente a un plantel de actores y actrices franceses algo perdidos en sus personajes-  que ponen al protagonista masculino   entre la espada y la pared.

Un filme claustrofóbico, bien planificado, pero que puede resultar un tanto relamido y altisonante a los detractores de la “ciencia ficción intelectual” o el “fantástico con mensaje” pero que, en cierto sentido y,  a pesar de un exceso de verborrea, disquisiciones  y errores de casting, nos devuelve al verdadero Cronenberg y al universo enfermizo, pesimista, turbio y amoral del realizador de “Inseparables”, “Videodrome”  y “La mosca”.

INTRUDERS


 

“Intruders” es la segunda, intense e infravalorada incursión de Juan Carlos Fresnadillo en el género fantástico tras la fallida “Intacto”, protagonizada por Leonardo Sbaraglia. Un relato de suspense psicológico y “fantasmas” aparentemente convencional pero que indaga con ingenio  y soltura en la psicología de los personajes y que lleva el halo de los “viejos cuentos de espanto” a un terreno doméstico y contemporáneo  que se satura de dolor y crispación. Correctas las interpretaciones de Clive Owen y Pilar López de Ayala aunque muchas de las secuencias más dramáticas se las roben los dos niños protagonistas y su irreal imaginario de sueños nocturnos y diurnos.

 

A partir de una historia harto convencional (la narración del “hombre sin cara”),  Fresnadillo nos ofrece unas  relaciones paterno-filiales marcadas por la incomunicación y por la imposibilidad de expresar la fantasía de los cuentos  en un mundo acomodaticio, desencantado y materialista.

 

Apoyado en una fotografía sombría y en una elegante partitura del compositor   Roque Baños, el autor  se introduce en los hogares de dos familias dispares devastadas por las pesadillas y la  aparición del mismo monstruo que viene a poner de relieve la fragilidad y la fortaleza de los lazos conyugales, paternofiliales y amorosos en los que se sustentan.

 

Estamos ante un filme que, en apariencia, no aporta nada a una avalancha de filmes de terror que -desde “El sexto sentido”, “La huérfana”  o “El orfanato”- han sacudido nuestras pantallas y llenado las salas  pero el saber hacer del director coloca a “Intruders” – una “gosth story” llena de ironía- por encima de otros de su género demostrándonos que el fantástico no es un bloque a desdeñar sino un terreno en el que, como en los demás géneros cinematográficos, se hacen películas tópicas  y aburridas y otras, como está o “Eva” de Kike Maillo , llenas de ritmo, lirismo  e inventiva.

 

Una apuesta de final acomodaticio pero inteligente desarrollo, con un guión original y que no se limita a ser una sucesión de sustos sino que sabe crear una atmosfera densa y compacta y unos personajes creíbles.

Sunday, December 02, 2012

HYSTERIA

 
“Hysteria” es el hermoso debut en el largo de Tanya Wexler. Una comedia social y sexual que, aunque destinada a entretener pero también invita a la reflexión. “Hysteria” incluye un verdadero recital interpretativo de actores y actrices (en particular Hugh Dancy y Maggie Gyllenhaal)  habitual en el cine británico “de qualité” y aunque sus planteamientos son discutibles y algunas secuencias “poco sutiles” está dotada de un ritmo, una ambientación   y un saludable desenfado que impiden el aburrimiento del espectador.

 

Un filme sobre la medicina como “negocio” o “altruismo”, sobre el amor y el sexo, sobre una sociedad cambiante  que al mismo tiempo   se resiste a los cambios. Muestra la voluntad de ayudar a los demás en los personajes del joven doctor Joseph Mortimer Granville (Dancy)  y Charlotte Dalrymple la hija rebelde que encana Gyllenhaal con un increíble ímpetu en su empeño por socorrer  a personas desfavorecidas a pesar de su origen burgués.

 

El tema de la película puede parecer algo burdo, ya que nos acerca a la invención del vibrador (llamado hoy de mil maneras) en la Inglaterra del siglo XIX, pero también nos acerca a las diferencias sociales y a la frontera entre el amor y el deber, la lucha de clases y la profesión médica vista de diferentes formas.

 

A pesar de algunos secundarios algo caricaturescos (como esas damas victorianas ávidas de orgasmos, el personaje del padre que encarna Jonathan Pryce, o ese millonario desocupado interpretado con humor por Rupert Everet), “Hysteria”, sin romper los moldes de la comedia romántica y el cine de época, se nos antoja un trabajo interesante que aborda la sexualidad sin tapujos,  pero que, sobre todo, trata de  la lucha entre el progreso y la superstición, el inmovilismo social y el afán de investigar y  la emancipación frente a los corsés impuestos.