Wednesday, December 26, 2012

LA CARNE Y LA METÁFORA


 




 
“La carne y la metáfora” es una reflexión inteligente, inquietante  y documentada sobre el cuerpo desde la “teoría queer”. En pocas pero contundentes páginas Coll-Planas- mezclando diferentes registros de escritura -  nos pone frente a la cotidianeidad de la violencia regulatoria que se ejerce sobre nuestros cuerpos “sexuados”. Un libro lúcido, contundente  y estremecedor   que deja huella y que  abre caminos para llevar la teoría a las vivencias cotidianas o extraordinarias. Colectividades alienadas, sujetos disidentes y cuerpos medicalizados, la transfobia en otros países, el rescate de la teoría queer como un discurso de protesta social y reivindicación política. Mezclando la ironía y el dolor, la filosofía (Butler, DeLauretis, Foucault,  los posestructuralistas) y la experiencia de muchas personas, la teoría queer y las prácticas corporales (de artistas de la calle, performers del cuerpo o del ciberespacio)  “La carne y la metáfora” se aproxima sin tapujos a muchos tabúes vigentes sobre las “verdades admitidas” sobre las verdades y mentiras que se extraen de  los cuerpos y los sexos.  Entre la reflexión y la invitación a la subversión el libro de Coll-Planas acerca la teoría queer a realidades como el control uniformador  de los mass-media,  las nuevas tendencias en el arte minoritario y de vanguardia, la modificación corporal y el continuum de género,  la  violencia sobre las personas transexuales o transgénero  y nos habla del poder del lenguaje y del lenguaje de los que tienen el poder.

Monday, December 24, 2012

COSMÓPOLIS


 

Con “Cosmópolis” David Cronenberg  prosigue su trayecto hacia un cine más intelectual que el de  los festivales de vísceras y mutaciones que lo dieron a conocer como profeta de “la nueva carne” a finales de los ochenta con filmes como “Rabia”, “Videodrome” o “La mosca”. No obstante – y tras adentrarse en el cine de acción y violencia - , el director de “Crash” (otra fábula negra y enfermiza) continúa en la intelectualización de su cine y, si en su anterior y discutido trabajo (“Un método peligroso”)  se atrevió con Freud, Sabina y Jung, en esta ocasión adapta una novela homónima  del controvertido  Don DeLillo (“Submundo”), un neoyorkino retratista del lado oscuro del “sueño americano”.  “A dangerous method” resultaba ser un filme de factura algo convencional  que desmerecía la ambigüedad moral y el cosmos desgarrado del autor de películas tan febriles como  “Spider” o “ExistenZ”. “Cosmópolis” es una distopía ¿futurista? sobre Eric Packer un joven multimillonario (Robert Pattinson) que recorre las calles de una gran ciudad en una mastodóntica limusina (una especie de caravana de lujo y confort)  y  a través de la misteriosa aparición de diversos personajes de su vida pasada y presente  y de  sus temores íntimos  se da cuenta del vacío de su existencia y comienza un agrio y algo pedante camino hacia la locura y la autodestrucción.

Cronenberg, director de la crueldad y la ironía,  construye un microcosmos asfixiante porque -a pesar de que gran parte del filme transcurre en vehículo de dimensiones desproporcionadas- el espacio de la esperanza y la ilusión en la vida del atribulado Eric se va cerrando a medida que, a través, de la aparición fantasmal de personajes diversos  su trayectoria como ser humano es puesta en entredicho.


Vemos en “Cosmópolis” la habitual obsesión del realizador canadiense por el cuerpo y la piel  de sus personajes, por  sus mutaciones  y  sus mentes atormentadas y al borde del estallido (“Videodrome”, “Spider”). En las calles de la gran ciudad se suceden las manifestaciones, las revueltas  y los disturbios mientras este joven y arrogante  ejecutivo  recorre los recovecos de su existencia en busca de respuestas a preguntas filosóficas cada vez más oscuras. Una metáfora algo obvia del aislamiento de los poderosos hacia lo que sucede, hoy en día, en las calles de nuestras ciudades. El problema es que el joven Robert Pattinson (“Crepúsculo”)  no da en absoluto la talla como un  “yuppy” desencantado de su vida y más bien parece ir a un baile de Halloween que a una calle sin salida a través de los senderos de una existencia marcada por la avaricia y el materialismo, los amores frustrados, las posesiones aparentes  y una extraña soledad en medio de la comodidad (ejemplificada en ese “largo viaje hacia la peluquería”). Nihilista, inquietante   y bien rodada, con una sombría fotografía  de Peter Suschitzky, una tenue banda sonora de Howard Shore (habituales  colaboradores del realizador canadiense),  “Cosmópolis” coquetea con  lo fantástico pero sobre todo con la teatralización de las obsesiones materiales, sexuales y morales de su protagonista y sus fantasmas que cobran forma en seres humanos de desagarrada trayectoria. De una manera algo bergmaniana (donde el pasado y el presente se cofunden)  asistimos a un desfile de secundarios -entre los que destaca la estupenda Samantha Morton frente a un plantel de actores y actrices franceses algo perdidos en sus personajes-  que ponen al protagonista masculino   entre la espada y la pared.

Un filme claustrofóbico, bien planificado, pero que puede resultar un tanto relamido y altisonante a los detractores de la “ciencia ficción intelectual” o el “fantástico con mensaje” pero que, en cierto sentido y,  a pesar de un exceso de verborrea, disquisiciones  y errores de casting, nos devuelve al verdadero Cronenberg y al universo enfermizo, pesimista, turbio y amoral del realizador de “Inseparables”, “Videodrome”  y “La mosca”.

INTRUDERS


 

“Intruders” es la segunda, intense e infravalorada incursión de Juan Carlos Fresnadillo en el género fantástico tras la fallida “Intacto”, protagonizada por Leonardo Sbaraglia. Un relato de suspense psicológico y “fantasmas” aparentemente convencional pero que indaga con ingenio  y soltura en la psicología de los personajes y que lleva el halo de los “viejos cuentos de espanto” a un terreno doméstico y contemporáneo  que se satura de dolor y crispación. Correctas las interpretaciones de Clive Owen y Pilar López de Ayala aunque muchas de las secuencias más dramáticas se las roben los dos niños protagonistas y su irreal imaginario de sueños nocturnos y diurnos.

 

A partir de una historia harto convencional (la narración del “hombre sin cara”),  Fresnadillo nos ofrece unas  relaciones paterno-filiales marcadas por la incomunicación y por la imposibilidad de expresar la fantasía de los cuentos  en un mundo acomodaticio, desencantado y materialista.

 

Apoyado en una fotografía sombría y en una elegante partitura del compositor   Roque Baños, el autor  se introduce en los hogares de dos familias dispares devastadas por las pesadillas y la  aparición del mismo monstruo que viene a poner de relieve la fragilidad y la fortaleza de los lazos conyugales, paternofiliales y amorosos en los que se sustentan.

 

Estamos ante un filme que, en apariencia, no aporta nada a una avalancha de filmes de terror que -desde “El sexto sentido”, “La huérfana”  o “El orfanato”- han sacudido nuestras pantallas y llenado las salas  pero el saber hacer del director coloca a “Intruders” – una “gosth story” llena de ironía- por encima de otros de su género demostrándonos que el fantástico no es un bloque a desdeñar sino un terreno en el que, como en los demás géneros cinematográficos, se hacen películas tópicas  y aburridas y otras, como está o “Eva” de Kike Maillo , llenas de ritmo, lirismo  e inventiva.

 

Una apuesta de final acomodaticio pero inteligente desarrollo, con un guión original y que no se limita a ser una sucesión de sustos sino que sabe crear una atmosfera densa y compacta y unos personajes creíbles.

Sunday, December 02, 2012

HYSTERIA

 
“Hysteria” es el hermoso debut en el largo de Tanya Wexler. Una comedia social y sexual que, aunque destinada a entretener pero también invita a la reflexión. “Hysteria” incluye un verdadero recital interpretativo de actores y actrices (en particular Hugh Dancy y Maggie Gyllenhaal)  habitual en el cine británico “de qualité” y aunque sus planteamientos son discutibles y algunas secuencias “poco sutiles” está dotada de un ritmo, una ambientación   y un saludable desenfado que impiden el aburrimiento del espectador.

 

Un filme sobre la medicina como “negocio” o “altruismo”, sobre el amor y el sexo, sobre una sociedad cambiante  que al mismo tiempo   se resiste a los cambios. Muestra la voluntad de ayudar a los demás en los personajes del joven doctor Joseph Mortimer Granville (Dancy)  y Charlotte Dalrymple la hija rebelde que encana Gyllenhaal con un increíble ímpetu en su empeño por socorrer  a personas desfavorecidas a pesar de su origen burgués.

 

El tema de la película puede parecer algo burdo, ya que nos acerca a la invención del vibrador (llamado hoy de mil maneras) en la Inglaterra del siglo XIX, pero también nos acerca a las diferencias sociales y a la frontera entre el amor y el deber, la lucha de clases y la profesión médica vista de diferentes formas.

 

A pesar de algunos secundarios algo caricaturescos (como esas damas victorianas ávidas de orgasmos, el personaje del padre que encarna Jonathan Pryce, o ese millonario desocupado interpretado con humor por Rupert Everet), “Hysteria”, sin romper los moldes de la comedia romántica y el cine de época, se nos antoja un trabajo interesante que aborda la sexualidad sin tapujos,  pero que, sobre todo, trata de  la lucha entre el progreso y la superstición, el inmovilismo social y el afán de investigar y  la emancipación frente a los corsés impuestos.

 
 

Friday, November 23, 2012

CINE Y VIH



 

Se acerca el día mundial de lucha contra el Sida. No es mala ocasión para hacer recapitulación de la historia del VIH en la gran pantalla, desde los telefilmes moralistas o lastimeros o las películas tipo “Philadelphia” de Jonathan Demme, o los maravillosos alegatos contra la hipocresía y el silencio institucional surgidos de las filas del “new queer cinema” como “The living end” de Greg Araki, una suerte de “Thelma y Louise” con dos seropositivos de personalidades opuestas  al volante. O la virulenta  “Poison” de Todd Haynes  con su agria metáfora sobre la pandemia inspirada en el mundo de Jean Genet.

En Europa tuvimos filmes algo descerebrados como “Les nuits fauves” a mayor gloria de su autor Cyrill Collard o los testimonios documentales como la de la enfermedad  del escritor Herve Guibert o del realizador Derek Jarman (Blue). También hubo películas curiosas como “Los amigos de Peter” de Kenneth Branagh una comedia de enredos y amistad que concluía con la salida del armario serológico del anfitrión del encuentro. Con mayor visceralidad,  calidad, optimismo y también compromisos  también en el país vecino André Techine filma su obra mayor “Los testigos” (Les temoins) . Un filme  que está llamado a convertirse en el mejor testimonio filmado acerca del surgimiento de la pandemia y sus repercusiones sociales  en la Francia de la noventa. Un trabajo coral, que a pesar de ser un drama en toda regla, incluía una lección de lucha y optimismo. También de Francia es la comedia humanista, satírica y romántica “Drôle de Félix” sobre un joven seropositivo que recorre Francia en busca de su verdadero padre, encontrándose con diferentes tipos humanos. El filme de Oliver Duscastel como “Close to Leo” de Christopher Honoré nos mostraba que es posible vivir y amar con la pandemia incluso en una sociedad no tan avanzada como quiere aparentar.

 

En España Miguel Albadalejo nos obsequio con la comedia melodramática “Cachorro” con una excelente primera parte pero un final un tanto aparatoso. En ella nos narra la vida de Daniel un dentista seropositivo que debe enfrentarse a los sectores conservadores del Madrid del momento. Una visión diferente es la de Almodóvar en “Todo sobre mi madre” o la de León de Aranoa en “Princesas” donde la seroconversión es un aspecto tangencial en la trama del filme.

De Canadá nos vino la algo truculenta “Tres agujas” de Thom Fitzgerald, testimonio de la enfermedad en diferentes lugares del mundo y como esta afecta a diferentes sectores de la población, hablándonos también del negocio de la sangre.

Visiones de comedia musical como “Jeffrey”, “Zero patience” o la francesa “Jeanne et le garçon formidable” han venido a desdramatizar la enfermedad, a mostrar las vidas de los que viven y aman con la enfermedad, sin dejar de dar testimonio que aún nadamos en un mar de prejuicios con los que hay que terminar.

Saturday, November 10, 2012

EL OJO DE LA CERRADURA


 


DANS LA MAISON

 


 
“Dans la maison” no es la película más redonda de Ozon pero si un incisivo resumen de algunas de sus más queridas obsesiones y una mirada nostálgica a sus propios orígenes como realizador. De nuevo el autor de “Sitcom” o “El refugio” vuelve a hurgar en las tripas de la familia francesa del nuevo siglo a la vez que privilegia la mirada de personajes aparentemente marginales en un relato que aunque aquí denota su origen teatral aunque  muestra que ya de posee de sobra  los recursos fílmicos suficientes para combinar la literatura y el cine, los  diálogo  y la imagen con indudable  maestría.

Un juego de cajas chinas en el  que, como siempre en el director parisino, no elude los aspectos más oscuros de un relato que juega con la mezcla entre la realidad y la ficción, la literatura y la vida a la vez que otra parodia sobre la sociedad francesa y la enorme distancia entre lo que realmente  es y la imagen que quiere proyectar de sí misma.


No obstante Ozon parece, con todo, demasiado refinado para que su relato dentro del relato, para que su historia de una familia contada a través de los ojos y la pluma afilada de un adolescente acabe de convencernos del todo,  optando finalmente por el humor caustico y por  despojar a su historia de esa gravedad de la que se va empañando. Así, Kristin Scott Thomas parece algo perdida en su papel de galerista desencantada al igual que el encanto de “Dans la maison”  se desvanece un poco cuando el realizador hace aparecer a sus personajes a destiempo restando misterio y vitriolo a su cuento negro sobre un alumno aventajado y un profesor amargado. Inesperadamente Ozon pasa de puntillas sobre algunos de los agujeros más negros de su propia sátira y aunque los señala sustituye el encanto y la ambigüedad por un exceso de palabrería. 


El problema es que el creador  de “La piscina”  –para bien o para mal-  no es  Woody Allen y, aunque no descuida los aspectos formales de su puesta en escena,  tiende a una simplicidad paródica que no veníamos en las imágenes cautivadoras de “Bajo la arena” o “Mi refugio” optando por un “huis clos” mucho más avanzado que “Ocho mujeres” o “Gotas de agua sobre piedras calientes”  pero, finalmente,  por debajo de lo que podemos esperar de un retratista despiadado del ser humano y  de las relaciones de pareja que aquí parece algo domesticado por el éxito.

Saturday, October 27, 2012

ESPEJITO, ESPEJITO...



BLANCANIEVES


“Blancanieves” es un singular aunque parcialmente fallido experimento a cargo del hasta la fecha poco glorioso Paco Berger. Estamos ante una buena película aunque algo autocomplaciente y pagada de sí misma como ya ocurría, de otra manera, en “The artist”, un filme con el que desgraciadamente – pues poco tienen que ver- va a ser inevitablemente comparada.

            Hábil trasposición del cuento de los hermanos Grimm a la España de principios de siglo y, concretamente, al mundo del toreo, los cortijos y los caminos rurales, “Blancanieves” bebe, en parte, del cine mudo español (y no español) y de fuentes de la cultura popular como el melodrama gótico, la comedia negra, la saga familiar y la sátira de costumbres. Demasiado tentada por el tremendismo y el maniqueísmo del original,  y sutilmente trucada en sus efectos visuales  la película de Berger es ante todo un pasatiempo estético ya que poca moraleja o tela que cortar hay en su argumento si no es la historia de una venganza y una autosuperación, de un ajuste de cuentas con el pasado y la definición –histriónica, a ratos deliciosa o delirante- de una serie de personajes de la “España profunda”.

Maravillosa la fotografía en blanco y negro de Kiko de la Rica y la solidez expositiva  en  algunas secuencias- frente a otras que acaban resultando  algo monótonas-, la habilidad del montaje y la construcción de la historia, así  como estupenda es la actuación de Maribel Verdú – superando el indudable esfuerzo de Macarena García- como esa madrastra malvada hasta la extenuación, arribista y fascinada por el papel couché y la popularidad que hacen las veces del “Espejito, espejito…”.

Recluida en un cortijo la pequeña Blancanieves (excepcional Sofía Oria) huye del fantasma de la muerte, pero la alegría que encuentra en el pueblo con su abuela se ve sustituida por la esclavitud y la humillación cuando pasa a formar parte de la servidumbre de ese Manderley resucitado que resulta ser la fortaleza donde la perversa madrastra ha recluido a su padre, un torero lisiado.

Lo mejor de “Blancanieves” está, pues, en el esfuerzo de las actrices (sin olvidar a Daniel Giménez Cacho), en la cuidadosa fotografía en blanco y negro y en el uso de la elipsis para hacer avanzar con cierta agilidad un relato que  va tornándose cada vez más oscuro, con referencias a Buñuel, el cine mudo alemán y a ese sustrato de crueldad que encontramos en muchos de los clásicos infantiles  convertido aquí en un festín de morbo y necrofilia.

Negra e irregular, fascinante y algo tramposa  a partes iguales la original apuesta de Berger por llevar la célebre historia a un mundo inquietante, poblado de sombras, trajes de luces o de bailarina  y donde la alegría viene del flamenco y la fiesta, lo que no deja de dar una imagen algo estereotipada de nuestro país.


En definitiva relato infantil convertido en melodrama para adultos con elementos, de entrada algo chirriantes, como los enanitos toreros, que la habilidad del director  salva de   narrar su historia sin complejos, sin temor a rozar el ridículo  ni a  caer en el tópico y el exceso.

Tuesday, September 04, 2012

ELEFANTE BLANCO


 

Pablo Trapero parece dispuesto a enseñarnos las tripas y el lado más oscuro de la sociedad latinoamericana en general, y la Argentina en particular. “Elefante blanco”, dejando a un lado su “sui generis” componente religioso (los protagonistas son dos curas obreros), es una amarga y dinámica historia sobre la ocupación de un viejo hospital por parte de jóvenes y no tan jóvenes que buscan un medio de subsistencia en el corazón más herido del país. Aunque el filme se abre en la selva  colombiana, los escenarios son las calles de una ciudad, sitiada  en parte por las desigualdades, la lucha contra la injusticia, la especulación y el narcotráfico.

 Ricardo Darín y Jeremy Renier, dos actores de talla demostrada, bordan sus personajes de dos sacerdotes sensibles y honestos  que junto con una joven  asistenta social (Martina Guzmán, actriz fetiche del director) buscan hacer de ese elefante blanco, de ese bloque convertido en refugio, un lugar habitable en contra de las autoridades, la jerarquía eclesiástica y   los constructores todo ello  en un clima  en el que al igual que  en “Carancho” se plasma la tensión y no se escatiman las dosis de violencia y crueldad.

 

“Elefante blanco” muestra la absoluta madurez narrativa del director de “Crónicas” una de las voces más contundentes  y comprometidas del continente y también un hábil montador y director de actores y actrices. No falta  humor  negro ni sensualidad en el filme, pero  ante todo estamos  ante una tragedia sobre aquella zona de Argentina que no suele salir mucho en las noticias, y que Trapero  muestra  nuevamente sin escatimar detalles y sin atenuar su denuncia sino apoyándola en una puesta en escena ágil, un uso hábil de los caracteres humanos que  va presentando  y un tono que, tras la desesperanza y la crispación , llama a la lucha y a la denuncia social.

Monday, April 16, 2012

UN METRO LLAMADO "DESEO"




SHAME


Después de la buena acogida crítica de la áspera “Hunger” (ambientada en una terrible prisión) el realizador Steve McQueen se situa como una de las grandes voces del cine contemporáneo con “Shame”, una pequeña obra maestra del cine independiente que mezcla con milimétrica precisión la comedia dramática, sexual y negra con el melodrama desgarrado sobre la soledad y el miedo al compromiso . La presencia del sex-symbol Michael Fassbender puede despistar a los que esperen un filme erótico pues a pesar de sus “acrobacias sexuales” estamos ante la historia, dura, sombría y narrada con precisión, de Brandon , maduro un adicto al sexo que logra compaginar su vida laboral con su patológica psicología, y ante la historia de Sissy (estupenda, también, Carey Mulligan) su insegura, cálida y neurótica hermana que está a punto de robarle la película a un espléndido Fassbender cuando canta una versión triste ante la cámara la canción “New York, New York” de John Kander y Fred Ebb en un local de espectáculos . Estupenda pues la eclética banda sonora, las imágenes cristalinas y la nítida fotografía en color así como la forma a la vez desprejuiciada y gélida con la que Steve se aproxima a sus personajes principales, utilizando planos largos y queriéndolos, compadeciéndolos, escrutándolos y odiándolos casi al mismo tiempo.





“Shame” es una historia urbanita hasta la náusea poblada de despachos, apartamentos de diseño, estaciones de Metro, calles del centro, clubs nocturnos y hoteles de lujo donde el protagonista masculino da rienda suelta a sus inagotables fantasías sexuales (mostradas de forma mas o menos explícita) sin que parezca obtener una gran satisfacción personal de las mismas y donde su hermana lo busca desesperadamente con una mezcla de amor e inseguridad en un filme que a ratos parece frio como el hielo y en otras ocasiones sentido y nítido como la belleza nórdica de su protagonista y en algunos momentos sentimental, tensa y crispada como esa lejana tierra de la que provienen estos dos singulares “perdedores” de una sociedad basada en lo material, la falta de escrúpulos y el culto a las apariencias.

Sunday, April 01, 2012

ADIOS A ADRIENNE, CON UN VERSO





Adrienne Rich ha sido una de las figuras intelectuales más importantes de nuestro tiempo. Musa del feminismo de los cincuenta y sesenta, poetisa incansable, ensayista y filosofa, se ocupó de temas como la autonomía personal, social y económica de las mujeres, la heterosexualidad obligatoria, la maternidad como institución o las diferencias raciales compartiendo su premio Nacional de las Letras de EUU con la feminista negra, también madre y poeta, Audre Lorde. Sus ensayos (“Sobre mentiras, secretos y silencios”, “Nacemos de mujer” o “Sangre, pan y poesía”) siguen siendo reeditados por la vigencia de los temas que trata: la explotación de la mujer en la sociedad capitalista, la doble discriminación de las lesbianas negras, la memoria de las poetisas suicidas o mal conocidas y la lucha por una universidad centrada en las mujeres. Hoy su pensamiento iconoclasta -tachado erróneamente de esencialista- puede parecer discutible, e incluso superado, pero algunos de sus ensayos y poemas reflejan su brillo sobre nuestras conciencias e iluminan nuestras bibliotecas dotándolas de un espíritu de lucha y compromiso poco habitual en los intelectuales estadounidenses. Mujeres de varias generaciones, el derecho al propio cuerpo y la libre sexualidad, la larga lucha contra el racismo y el clasismo en EEUU, el compromiso con Latinoamérica y con la herencia cultural de “nuestras madres” fueron algunos de los senderos que surcó la prosa poética y la poesía comprometida de esta mujer excepcional que nos ha dejado hace dos días. Su legado no es solo vigente, sino también de sangrante actualidad. Sus maravillosos veintiún poemas de amor nos hablan, como toda su obra, del cuerpo, el amor y la historia.

Fuimos dos amantes de un mismo sexo, fuimos dos mujeres de una misma generación

Sunday, March 11, 2012

UN CORAZÓN EN BEIRUT










Y AHORA ¿ADONDE VAMOS?


“Si nuestros padres ya no comprenden lo que somos
Lo que nos den hará jamás de nosotros hombres
Nuestras pobres madres que nos perdonan a pesar de todo lo que saben
Error, Madonas, son vuestras entrañas las que reciben
Así es la nostalgia del arma
Sí van los hombres que se van
Y nos dejan la elección de las lágrimas

FFF, La vague à l’arme

En una aldea perdida de el Líbano, en un cálido pero tenso microcosmos, se sitúa la acción de “Y ahora ¿adónde vamos”? el segundo largometraje de la actriz y directora Nadine Labaki. Comprometida con la situación de su país- maltratado por las guerras, la intolerancia y la violencia- y también con el papel de las mujeres en un mundo que les da la espalda, Labaki vuelve a demostrar que es una gran mezcladora de sonidos y colores, humor y tragedia, humanismo e ironía. Tal vez menos redonda, menos refinada, sensitiva y algo más retórica que “Caramel” “Y ahora ¿adónde vamos” es una versión moderna del clásico de la comedia irreverente “Lisistrata” del dramaturgo griego Aristófanes situada en el corazón herido y sangrante de Oriente Medio y en un pequeño pueblo donde la autora se acerca a personajes en tono de comedia de costumbres y equívocos , pero con un trasfondo trágico que va saliendo a la luz progresivamente. De nuevo la religión aparece como trampa, artificio, ilusión, peligro y también como tabla de salvación en el segundo trabajo de una directora cristiana, pero moderna y heterodoxa. Mujeres de negro sobre fondo blanco, mujeres que fingen estar poseídas, espacios y momentos lúdicos contra la cerrazón belicista y los fusiles escondidos.


Labaki, que encarna nuevamente uno de los personajes principales del filme, nos narra con gran destreza narrativa y un casi cándido sentido del humor las pericias y estratagemas de las mujeres (de diferentes edades, culturas y familias) de este pueblo empobrecido por evitar que los hombres (atentos al desarrollo de las noticias de las guerras entre religiones) se embarquen en otra confrontación sangrienta, inmediata y fratricida. Antimilitarista y poética, seca y dura, pero también llena de ritmo, musicalidad y hasta números coreográficos (de primera categoría) estamos ante una historia algo ambiciosa a la que el talento visual y el ágil montaje de su directora sabe llevar a su propio terreno de bondad e inteligencia.

Wednesday, February 29, 2012

UN POEMA DE UN AMIGO

SUEÑOS MALDITOS

El dolor es fuego en mi pecho
arde el llanto de mis lagrimas
imaginar la peor pesadilla
brotar de nuevo
en un sueño perfecto
pero ver la realidad dolorosa
hacer escamas
todo lo magnifico
y sin ser pez perdido
en un océano de lava
pues después de ser herido
con la cura incurable
no es ser más sensato
ser la persona imparable
que brotar con el llanto
el dolor siempre se anuda
a mi garganta que no pregunta
pues el sueño de mi niño
que te despierta dolido
temas que vuelva
con los pelos ya crecidos


Jesus (Mont Pert)

Wednesday, February 22, 2012

BORDERLINE

BORDER-LINE

No se trazar una línea
no se dibujar un borde
el último libro fantástico lo arroje, como Carl Salomon, contra una ventana enemiga
la última película se bloqueo en el ordenata
bordeline, no soy asertivo, no me subo la brageta, me quede celebrando navidades rancias
odiando diosecillos para los que nunca existí
vivo en un tiovivo molesto, que molesta, que hace ruido
que por las noches silencioso se cubre de lona y lluvia
gotas mojadas sobre tu rostro, mi rostro esta furioso
al borde de la ira, pero contenido por el mirar de los pantalones vaqueros de los chicos, las sonrisas de barba de dos dias
por las sonrisas de los psicólogos en batas pulcras
por la amenaza de un futuro de miseria y soledad
Estamos yo y nosotros, tu y ellos,
Sentados en la misma mesa
Sorbiendo el mismo descafeinado de máquina
y no obstante, tan lejanos, tan desconfiados
como un terrón de azúcar y un bote de sacarinas negadas para el ballet

Tuesday, January 31, 2012

TIMIDO VIAJE AL CORAZÓN DE LA BESTIA










J.EDGAR

Construida con buen pulso y a través de alambicados saltos espacio temporales “J. Edgar”; excesivamente discursiva, no es la mejor película de Clint Eastwood, pero si aquella en la que -quizás debido al guión de Dustin Lace Blank “ Mi nombre es Harvey Milk”- el director de “El intercambio” da su visión más pesimista de la vida estadounidense y sus costumbres. Arropada nuevamente en una minuciosa reconstrucción de la época y en una contrastada iluminación de Tom Stern, “J. Edgar” se apoya demasiado en la individualidad de un personaje antipático para retratar la historia de los EEUU desde los años treinta hasta el mandato de Nixon y, con algunas pinceladas aceradas y otras algo almibaradas, nos da una visión caleidoscópica de la vida privada y pública del jefe del FBI.









El fascismo y la paranoia instaladas en la sociedad estadounidense están en el trasfondo de “J. Edgar”, pero Eastwood suaviza las aristas de su narración con su habitual canto al individualismo, sus apuntes sentimentaloides y su amor incondicional a las pequeñas virtudes que, a pesar de las grandes manchas de su historia, atribuye a los EEUU, que -a pesar de sus páginas más vergonzosas- parece ser el único modelo posible de organización sociopolítica. Así el filme apoyado en el que es sin duda el mejor trabajo de Leonardo Di Caprio hasta la fecha, logra un sólido y mordaz fresco histórico y nos acerca a uno de los personajes más lúgubres y contradictorios de la historia del siglo pasado. Un hombre que persiguió a las minorías, silenció a las mayorías y dio la espalda a todos en aras de todos sus intereses y de los suyos, pero también un hombre abatido por sus propias contradicciones, secretos y su desmedida egolatría. Estamos ante un filme interesante aunque desigual que, debido a su excesiva longitud y al notorio protagonismo de Di Caprio, ensombreciendo incluso a Judi Dench y Naomi Watts, nos da una visión algo blanda, pero bastante completa y documentada, del lado oscuro del establishement norteamericano: la delación, la competititividad, la doble moral, el heroísmo y la falta de escrúpulos de un personaje que llegó a obtener un inmenso poder convirtiéndose en el brazo derecho de los filibusteros y retrógrados que todavía pululan por la grandes esferas de la política internacional.










Una película necesaria y llena de pequeños grandes momentos en la que, a pesar de su estructura novelística y excesiva morosidad, no llega al fondo del corazón de la bestia y se limita a dar severas, inteligentes pero titubeantes e irregulares pinceladas sobre la “pesadilla norteamericana”.

Thursday, January 05, 2012

SEGUNDA PIEL






LA PIEL QUE HABITO




ALMODOVAR Y LOS GENEROS




“Los sueños de la ciencia producen monstruos”






“El cine de terror no es que represente nuestros miedos pero si presenta la parte más oscura del ser humano, algo muy específicamente humano. Un tipo de cine de terror trabaja, como lenguaje, casi exclusivamente con el cuerpo humano, pero se lo digo en un sentido como lo entendería un surrealista: al cuerpo humano se le ataca, se le trocea, casi es el principal paisaje donde sucede todo”
Frederic Strauss “Pedro Almodóvar, Un cine visceral, 1995.






Precedida de cierta polémica, desconcierto y división de opiniones, “La piel que habito” resulta finalmente la mejor película de Pedro Almodóvar desde “La mala educación”. Aunque se comenta que el realizador ha recibido – por parte de un sector enfadado del público- comics, pelucones y hasta bolsas de cocaína para que vuelva al terreno de la comedia satírica y de situaciones que tantos y tantas adeptos le ha proporcionado, la crítica internacional y buena parte de la española han puesto sus ojos desorbitados en la última producción de El Deseo firmada por su creador. Un Almodóvar que efectivamente da la espalda a los admiradores de su lado más frívolo y cercano a la comedia sucia, gamberra y punk de “Pepi, Luci…” o “Laberinto de pasiones” , a los que lo conocen como cronista de la llamada “movida madrileña”, o como autor de la comprometida “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” y de la blanca, amable y postmoderna “Mujeres…” acercándose -desde una mayor madurez estilística- a sus trabajos más turbios y más próximos a los códigos del cine negro: “Carne Trémula·”, basada en la novela homónima de Ruth Rendell, “La ley del deseo” o “Hable con ella”. Esto, unido a la presencia del ya hollywoodiense Banderas -rescatado para esta interpretación por quien fue su descubridor- ha hecho que los premios de Hollywood vuelvan a fijar su atención en el director de la sobrevalorada u taquillera “Volver”. Nuevamente la música y las canciones comentan y acompañan la acción y hacen referencia a paisajes claves de una obra saturada de dobles sentidos y una despiadada ironía a la hora de acercarse a personajes complejos o simples. Críticos como Alberto Mira[i] se han referido a la persistente pereza intelectual de un sector de la crítica española (liderado por Carlos Boyero) a la hora de aproximarse a las claves de los filmes del realizador manchego. Crítica que cobra especial relevancia cuando se trata de sus filmes más crípticos e iconoclastas como el que nos ocupa, o “La mala educación”, dotados ambos de una construcción espacio-temporal que requiere la atención del espectador y la deconstrucción de un espacio saturado de chistes privados y públicos.
















Se nos ofrece en esta ocasión un complejo relato gótico lleno de guiños cinéfilos, de Georges Franju (Les yeux san visage) al doctor Frankenstein, pasando por el Hitchcock más romántico de “Vértigo”-otro filme sobre el “amor de un loco” o “Rebeca” que evoca una vez más la partitura evanescente de Alberto Iglesias. Un relato que, sin embargo, el controvertido realizador ha conseguido hacer suyo al conseguir una abstracción y un refinamiento estético difíciles de superar, aun sin abandonar sus constantes: la codicia, la posesión, los celos, el odio, la traición, el rencor y el sexo. Sirviéndose de una adaptación libérrima y nada fiel de la novela de Thierry Jonquet “Tarántula”, el director de “Todo sobre mi madre” vuelve a enredarnos en un argumento alambicado, imposible y difícil de tomar en serio todo el tiempo, pero urdido con astucia y que, en más de un momento, logra llegar a las tripas del espectador gracias a la fuerza que desprende el duelo interpretativo entre un hierático, entonado y terrorífico Antonio Banderas, como el “cirujano de moda”, enloquecido y encerrado en su mundo, y una entregada y esforzada Elena Anaya, la victima que él esconde en ese ominoso caserón toledano lleno de secretos del pasado.











Hay mucho humor, o más bien mucha ironía y sarcasmo , en los entresijos de “La piel que habito” y es probable que su mezcla de goticismo, experimento visual, suspense y postmodernidad, sus coqueteos con el melodrama familiar y el cine de horror científico provoquen el rechazo de más de un fino paladar, pero nuevamente el director subyuga a través de sus formas audiovisuales, su banda sonora, su falta de vértigo y su manera de lograr personajes intensos y hacer creíble y cercano lo más inverosímil, arremetiendo de paso contra la «clase médica», su altivez y sus miserias como no lo hacía desde “Hable con ella”. Y, tal vez, resulte ser ése el filme de Almodóvar más próximo en sus escenarios al mundo febril, deshumanizado, claustrofóbico y surrealista en el que luchan sin tregua los y las protagonistas de “La piel que habito”. Un mundo a la vez reconocible y fantasioso, opresivo y elegante, aséptico, cristalino y sucio, donde se mezclan sobremanera los ensueños totalitarios de la ciencia con la lucha entre los géneros sexuados y los géneros cinematográficos como el melodrama en su vertiente gótica , la comedia ácida y negra y el suspense de raíces psicológicas.






Es un trabajo libre, aunque trazado con precisión que puede verse como una comedia negrísima, una fantasía irónica acerca del cuerpo y el sexo o un melodrama romántico con ecos de los clásicos del cine fantástico como fantástica es la división entre lo masculino y lo femenino, entre la ciencia y la superstición, entre la risa y el miedo. Aunque en algunos pasajes Elena Anaya parezca superada por las muchas aristas de su personaje y no sea del todo creíble la naturalidad psicológica con la que asume el “cambio de sexo” a la fuerza (una vaginoplastia realizada en el quirófano de una mansión-clínica sacada de los archivos del cine de miedo) , la película está llena de instantes cautivadores en los que lo visual y lo narrativo se pelean y se enredan para goce de los que admiramos la caligrafía a la vez refinada y tosca de un director que, mientras homenajea a los maestros del suspense psicológico, vuelve a cuestionar algunas verdades aceptadas sobre las formas de dominación, sometimiento y maneras amar, odiar y sentir de los seres humanos. Hay en el filme momentos en que los personajes se ríen de su situación y otros en que la tragedia, casi goyesca, inunda la pantalla al igual que las referencias a los clásicos del cine fantástico, a la escultura andrógina y el cuerpo deshecho y a los bustos informes de Louise Bourgeois, o al propio Almodóvar de “Átame” donde ya había logrado otra interpretación colosal de un Banderas mucho más joven y simpático , aquí inquietante maestro de una ceremonia descabellada en la que la venganza, el “amour fou”, la transexualidad, la vampirización del “otro” , el peso del pasado sobre el presente, los miedos ancestrales a la locura, la pérdida, el dolor, las heridas físicas y psicológicas[ii], la muerte y las fronteras entre la masculinidad y la feminidad se con-funden de forma, si no genial, al menos asombrosa.












Mascaras, caretas, uniformes, vestidos, carnaval, géneros difusos y fusión de géneros cinematográficos. Pocas veces estuvo Almodóvar tan cerca de las modernas teorías sobre el género y la sexualidad como constructos sociales. Tenemos algo del panóptico de Foucault, el quirófano de Butler, el cuerpo sin órganos de Deleuze, el ropero de Joan Riviere, algo del sadomasoquismo de Pulet o Califia y las prótesis de Preciado, Bourcier o Hallberstram. Y hasta una sobredosis de armarios reales y simbólicos que harían las delicias de la recién desparecida E.K. Sedwigk.










“La piel que habito” es la historia de un secuestro, un rapto brutal, pero también la historia de un cuerpo, de mentes enfermas y seres que mutan, de criaturas al límite, que se odian o que fingen amarse para poder escapar. La imagen de Elena Anaya contemplada por Antonio Banderas en una gigantesca pantalla “en la habitación contigua” nos recuerda a la de José Luis Gómez espiando a una alterada Penélope Cruz en una pantalla en “Los abrazos rotos” y a ese hospital lleno de intrigas donde se debaten entre la vida y la muerte una pálida joven bailarina (Leonor Watling) y una morena, neurótica e inconstante torera de éxito (Rosario Flores), agonizando ambas, como princesas del hospital, en sendas habitaciones en “Hable con ella”. Como esa bella durmiente que es “Normita” (Clara Sánchez), la hija del médico completamente medicalizada (normativizada) y traumatizada por el trágico suicidio de su madre, que intenta salir de su fobia social y solo encuentra figuras masculinas confusas y contradictorias que aunque parecen querer rescatarla la hunden más en su extraña depresión. O esa oveja negra disfrazada de tigre que resulta ser Secca (Roberto Álamo) el hijo de Marisa Paredes y la cara opuesta de su hermano Robert (Banderas). Un toque de humor carnavalesco para un filme sobre la piel y el disfraz, sobre la cirugía y la violencia fundacional sobre los cuerpos, los géneros y la sexualidad.
El filme nos habla también -como otros- del miedo a la locura y de la obsesión, convirtiéndose Robert en uno de esos personajes quiméricos de la obra almodovariana cuyo maquiavelismo (como el de los protagonistas de “La mala educación”, “Átame”, “Kika” o “Matador”) no conoce límites, pero que a la vez se vuelve increíblemente vulnerable cuando los seres que cree controlar se comportan de forma diferente a la esperada.








El terror en Almodóvar es más conocido a través de su faceta de autor de comedias descabelladas o filmes sexualmente valientes como una forma de profundizar en los recovecos del melodrama clásico llevándolo cerca del grand guignol, al tiempo que explora la materialidad y la fisicidad, el cuerpo herido o mancillado, el cuerpo sexuado, el cuerpo quemado, el cuerpo disciplinado, el cuerpo marcado por violencia real o simbólica, muestra evidente de hasta qué punto el cuerpo puede ser un disfraz o un vestido. La delicadeza y el amor por la ropa “femenina” que transmite el personaje de Jean Cornet (creando uno de los jóvenes “heteros delicados” más logrados de la filmografía de Almodóvar) contrasta con la figura de madraza antigua, ama de llaves de “Rebeca” y estirada sirvienta que encarna Marisa Paredes e incluso con la energía viril de Elena Anaya enfundada en un “body” negro. El personaje se vuelve más activo y luchador cuando se convierte en mujer. Robert (Banderas) es un médico que, al igual que el doctor Frankenstein, ha creado una criatura que escapa a su control cuando cree vengar la violación de su hija Normita a quien él mismo y una desastrosa historia-trayectoria familiar han convertido en una chica con “fobia social” y con tendencia a esconderse en el armario de una clínica mental para huir de la ominosa presencia paterna. Normas sociales contra impulsos sexuales y también contra y con fantasías de dominación y totalitarismo, fobias personales y terror a los seres humanos. La misma fobia social que trata de inculcar a una chica fuerte -que fue un chico “poco común”- y tiene ahora las facciones de su mujer, pero no cumple una promesa de fidelidad hecha por un estamento y un hombre que, a pesar de su resistencia ancestral, hoy no son tomados en serio por todo el mundo y que, en cierto sentido, al igual que otras instituciones inherentes a nuestro universo simbólico , empiezan a pertenecer al pasado.


O como cantaría Buika algo perdida en un bodorrio que es también un "baile de zombies":



"A esta la olvido, yo la olvido, cada dia, mas y mas..."






[i] Mira. Alberto. Miradas insumisas. Gays y lesbianas en el cine. Editorial Egales, Madrid-Barcelona, 2011

[ii] Como señala Alberto Expósito “el cuerpo, la textura corporal es el mundo en el que habita gran parte de la narrativa almodovariana, así como su proximidad al cine de terror como género donde el cuerpo descuartizado o mancilladlo se vuelve objeto de interés y fascinación morbosa. Martínez Expósito, Alberto. Escrituras torcidas. Ensayos de críticas de queer. Editorial Laertes, 2007. Rey de Bastos.