LA PÉRDIDA DE UN DIAMANTE LÁGRIMA
“La pérdida de un diamante lágrima” es una película algo plana y desangelada (una de esas películas hechas para cine-televisión- lo que se conoce como look "Estrenos TV"- ) inflamada por ser el único guión de cine firmado por una de las plumas más importantes de la literatura del siglo pasado, el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams ("Un tranvia llamado deseo", "La gata...). Williams se hizo famoso gracias a las adaptaciones (unas buenas, otras regulares, otras malas y otras directamente censuradas o "retocadas" por las tijeras morales de la censura de la época ) que el Brodway y el Hollywood de los cuarenta, cincuenta y sesenta hizo de sus obras; sediento de nuevos temas, pasiones destadas, personajes complejos y sexualidades semiocultas . Su único guión para la gran pantalla es coherente con su universo dramático y poético, turbio y resultón, deprimente y luminoso, intimista y deslumbrante, aunque se ve limitado por una puesta en escena tan sobria y ajustada como carente de toda inventiva e imaginación, cayendo muchas veces en un estilo propio del teatro filmado pero no del buen cine, con una bella fotografía y ambientación pero una narrativa plana, lineal y poco convincente . La tensión no se respira y el filme no levanta el vuelo, a pesar del esfurerzo de los directores y los intérpretes que parecen temer la fuerza el material que ha caido entre sus manos.
El alma de Williams está en el corazón de esta historia de personajes heridos, estrellas errantes, presagios, pasado turbio, neurosis, caciquismo, intereses económicos, clasismo, rencor, ensueño y desquiciamiento. Elementos de un contiente inhabitable que, sin embargo, está abitado, el Memphis rural y sus figuras humanas, sus fantasmas recurrentes. Un relato donde, a partir de un pequeño detalle insignificante más propio de la comedia de enredo , se construye una visión del mundo incisiva, ambigua y conmovedora, llena de regiones de oscuridad y luz. Un guión escrito hace cerca de medio siglo, filmado por Jodie Merkell, una directora semidesconocida y sostenida por el talento de los jóvenes Bryce Dallas Hodward y Chris Evans que seducen a la cámara pero aparencen algo afectados en sus respectivos roles. Si este hermoso y delicado guión guardado en algun cajón de los estudios de Hollywood hubiera caido en mejores manos podría haber salido una obra maestra del sétimo arte.
Uno parece ver a las niñatas y niñatos de la Castilla profunda en esas muchachas envidiosas y egoistas, en esos muchachos de smoking, ocultando sus flaquezas, huscando hueco en la política municipal, disfrutando con el dolor ajeno, con sus sonrisas falsas y a la vez sedientos de emociones fuertes que no llegan. Williams ridiculiza ese mundillo de Memphis de la Gran Depresión pero siempre se aproxima a la extraña luz que emiten algunas de sus criaturas, que se salvan de un filme sobre el totalitarismo, la envidia, la explotación y la necesidad de aparentar, sobre la extraña poesía de los solitarios, sobre el relevo generacional.
Los seguidores del dramaturgo no tardarán en reconocer su sello lo que hace a un filme realizado sin brío una pequeña joya, un diamante lágrima, por lo que pudo haber sido y no fue.
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