“La
carne y la metáfora” es una reflexión inteligente, inquietante y documentada sobre el cuerpo
desde la “teoría queer”. En pocas pero contundentes páginas Coll-Planas-
mezclando diferentes registros de escritura - nos pone frente a la cotidianeidad de la
violencia regulatoria que se ejerce sobre nuestros cuerpos “sexuados”. Un libro
lúcido, contundente y estremecedor que deja huella y que abre caminos para llevar la teoría a las
vivencias cotidianas o extraordinarias. Colectividades alienadas, sujetos
disidentes y cuerpos medicalizados, la transfobia en otros países, el rescate
de la teoría queer como un discurso de protesta social y reivindicación
política. Mezclando la ironía y el dolor, la filosofía (Butler, DeLauretis,
Foucault, los posestructuralistas) y la
experiencia de muchas personas, la teoría queer y las prácticas corporales (de
artistas de la calle, performers del cuerpo o del ciberespacio) “La carne y la metáfora” se aproxima sin
tapujos a muchos tabúes vigentes sobre las “verdades admitidas” sobre las
verdades y mentiras que se extraen de los cuerpos y los sexos. Entre la reflexión y la invitación a la
subversión el libro de Coll-Planas acerca la teoría queer a realidades como el
control uniformador de los mass-media, las nuevas tendencias en el arte minoritario y
de vanguardia, la modificación corporal y el continuum de género, la violencia sobre las personas transexuales o
transgénero y nos habla del poder del
lenguaje y del lenguaje de los que tienen el poder.
Wednesday, December 26, 2012
Monday, December 24, 2012
COSMÓPOLIS
Con
“Cosmópolis” David Cronenberg prosigue
su trayecto hacia un cine más intelectual que el de los festivales de vísceras y mutaciones que
lo dieron a conocer como profeta de “la nueva carne” a finales de los ochenta
con filmes como “Rabia”, “Videodrome” o “La mosca”. No obstante – y tras
adentrarse en el cine de acción y violencia - , el director de “Crash” (otra
fábula negra y enfermiza) continúa en la intelectualización de su cine y, si en
su anterior y discutido trabajo (“Un método peligroso”) se atrevió con Freud, Sabina y Jung, en esta
ocasión adapta una novela homónima del
controvertido Don DeLillo (“Submundo”),
un neoyorkino retratista del lado oscuro del “sueño americano”. “A dangerous method” resultaba ser un filme de
factura algo convencional que desmerecía
la ambigüedad moral y el cosmos desgarrado del autor de películas tan febriles
como “Spider” o “ExistenZ”. “Cosmópolis”
es una distopía ¿futurista? sobre Eric Packer un joven multimillonario (Robert
Pattinson) que recorre las calles de una gran ciudad en una mastodóntica
limusina (una especie de caravana de lujo y confort) y a
través de la misteriosa aparición de diversos personajes de su vida pasada y
presente y de sus temores íntimos se da cuenta del vacío de su existencia y
comienza un agrio y algo pedante camino hacia la locura y la autodestrucción.
Cronenberg,
director de la crueldad y la ironía, construye un microcosmos asfixiante porque -a
pesar de que gran parte del filme transcurre en vehículo de dimensiones
desproporcionadas- el espacio de la esperanza y la ilusión en la vida del
atribulado Eric se va cerrando a medida que, a través, de la aparición fantasmal
de personajes diversos su trayectoria
como ser humano es puesta en entredicho.
Vemos
en “Cosmópolis” la habitual obsesión del realizador canadiense por el cuerpo y
la piel de sus personajes, por sus mutaciones y sus
mentes atormentadas y al borde del estallido (“Videodrome”, “Spider”). En las
calles de la gran ciudad se suceden las manifestaciones, las revueltas y los disturbios mientras este joven y
arrogante ejecutivo recorre los recovecos de su existencia en
busca de respuestas a preguntas filosóficas cada vez más oscuras. Una metáfora
algo obvia del aislamiento de los poderosos hacia lo que sucede, hoy en día, en
las calles de nuestras ciudades. El problema es que el joven Robert Pattinson
(“Crepúsculo”) no da en absoluto la
talla como un “yuppy” desencantado de su
vida y más bien parece ir a un baile de Halloween que a una calle sin salida a
través de los senderos de una existencia marcada por la avaricia y el
materialismo, los amores frustrados, las posesiones aparentes y una extraña soledad en medio de la comodidad
(ejemplificada en ese “largo viaje hacia la peluquería”). Nihilista,
inquietante y bien rodada, con una
sombría fotografía de Peter Suschitzky, una tenue banda sonora de Howard
Shore (habituales colaboradores del
realizador canadiense), “Cosmópolis”
coquetea con lo fantástico pero sobre
todo con la teatralización de las obsesiones materiales, sexuales y morales de
su protagonista y sus fantasmas que cobran forma en seres humanos de
desagarrada trayectoria. De una manera algo bergmaniana (donde el pasado y el
presente se cofunden) asistimos a un
desfile de secundarios -entre los que destaca la estupenda Samantha Morton
frente a un plantel de actores y actrices franceses algo perdidos en sus
personajes- que ponen al protagonista
masculino entre la espada y la pared.
Un
filme claustrofóbico, bien planificado, pero que puede resultar un tanto
relamido y altisonante a los detractores de la “ciencia ficción intelectual” o
el “fantástico con mensaje” pero que, en cierto sentido y, a pesar de un exceso de verborrea,
disquisiciones y errores de casting, nos
devuelve al verdadero Cronenberg y al universo enfermizo, pesimista, turbio y
amoral del realizador de “Inseparables”, “Videodrome” y “La mosca”.
INTRUDERS
“Intruders”
es la segunda, intense e infravalorada incursión de Juan Carlos Fresnadillo en
el género fantástico tras la fallida “Intacto”, protagonizada por Leonardo Sbaraglia.
Un relato de suspense psicológico y “fantasmas” aparentemente convencional pero
que indaga con ingenio y soltura en la
psicología de los personajes y que lleva el halo de los “viejos cuentos de
espanto” a un terreno doméstico y contemporáneo
que se satura de dolor y crispación. Correctas las interpretaciones de
Clive Owen y Pilar López de Ayala aunque muchas de las secuencias más
dramáticas se las roben los dos niños protagonistas y su irreal imaginario de
sueños nocturnos y diurnos.
A
partir de una historia harto convencional (la narración del “hombre sin
cara”), Fresnadillo nos ofrece unas relaciones paterno-filiales marcadas por la
incomunicación y por la imposibilidad de expresar la fantasía de los
cuentos en un mundo acomodaticio,
desencantado y materialista.
Apoyado
en una fotografía sombría y en una elegante partitura del compositor Roque Baños, el autor se introduce en los hogares de dos familias
dispares devastadas por las pesadillas y la
aparición del mismo monstruo que viene a poner de relieve la fragilidad
y la fortaleza de los lazos conyugales, paternofiliales y amorosos en los que
se sustentan.
Estamos
ante un filme que, en apariencia, no aporta nada a una avalancha de filmes de
terror que -desde “El sexto sentido”, “La huérfana” o “El orfanato”- han sacudido nuestras
pantallas y llenado las salas pero el saber
hacer del director coloca a “Intruders” – una “gosth story” llena de ironía-
por encima de otros de su género demostrándonos que el fantástico no es un
bloque a desdeñar sino un terreno en el que, como en los demás géneros
cinematográficos, se hacen películas tópicas
y aburridas y otras, como está o “Eva” de Kike Maillo , llenas de ritmo,
lirismo e inventiva.
Una
apuesta de final acomodaticio pero inteligente desarrollo, con un guión
original y que no se limita a ser una sucesión de sustos sino que sabe crear
una atmosfera densa y compacta y unos personajes creíbles.
Sunday, December 02, 2012
HYSTERIA
“Hysteria” es el hermoso debut en el
largo de Tanya Wexler. Una comedia social y sexual que, aunque destinada a
entretener pero también invita a la reflexión. “Hysteria” incluye un verdadero
recital interpretativo de actores y actrices (en particular Hugh Dancy y Maggie
Gyllenhaal) habitual en el cine
británico “de qualité” y aunque sus planteamientos son discutibles y algunas
secuencias “poco sutiles” está dotada de un ritmo, una ambientación y un saludable desenfado que impiden el
aburrimiento del espectador.
Un filme sobre la medicina como
“negocio” o “altruismo”, sobre el amor y el sexo, sobre una sociedad
cambiante que al mismo tiempo se resiste a los cambios. Muestra la
voluntad de ayudar a los demás en los personajes del joven doctor Joseph
Mortimer Granville (Dancy) y Charlotte
Dalrymple la hija rebelde que encana Gyllenhaal con un increíble ímpetu en su
empeño por socorrer a personas
desfavorecidas a pesar de su origen burgués.
El tema de la película puede parecer
algo burdo, ya que nos acerca a la invención del vibrador (llamado hoy de mil
maneras) en la Inglaterra del siglo XIX, pero también nos acerca a las
diferencias sociales y a la frontera entre el amor y el deber, la lucha de
clases y la profesión médica vista de diferentes formas.
A pesar de algunos secundarios algo
caricaturescos (como esas damas victorianas ávidas de orgasmos, el personaje
del padre que encarna Jonathan Pryce, o ese millonario desocupado interpretado
con humor por Rupert Everet), “Hysteria”, sin romper los moldes de la comedia
romántica y el cine de época, se nos antoja un trabajo interesante que aborda
la sexualidad sin tapujos, pero que,
sobre todo, trata de la lucha entre el
progreso y la superstición, el inmovilismo social y el afán de investigar
y la emancipación frente a los corsés
impuestos.
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