JEAN GENET ¿EL ENEMIGO DECLARADO?
La
editorial “Errata Naturae” en su impagable (en todos los sentidos de la
palabra) colección “La muchacha de dos cabezas” ha publicado una voluminosa
colección de artículos, entrevistas y ensayos de un “escritor maldito” donde
los haya: Jean Genet. Sorprende la vigencia de los temas que aborda en El enemigo declarado, aunque hoy pueda parecernos algo trasnochado
ligar la homosexualidad a las cuestiones
de marginación social que vivió el escritor francés en su infancia y juventud.
Plena vigencia tiene, no obstante, su lucha del lado del pueblo palestino, su compromiso con
los Panteras Negras durante los años setenta y con el
antifascismo -aunque se deja en el
tintero la homofobia de la izquierda tradicional- y el libro toca tal vez
demasiados aspectos sin profundizar lo suficiente casi ninguno. Entre sus interlocutores
los también escritores Hubert Fitchte (Hotel
Garni) y Nigel Williams, la prensa del momento y los artículos de novelistas Tahar Ben Jelloun, oriundo de Marruecos, lugar donde se encuentra la tumba del autor de
Las criadas y Pompas fúnebres. Rescatado de la cárcel
por personalidades de la cultura como Cocteau y Sartre, Genet, como de otra
manera Foucault y otras voces de la disidencia sociopolítica, se muestra algo sentencioso, cínico y cortante
en sus respuestas, lo que pone de relieve su “sangre francesa” y su gusto por
lo iconoclasta.
Los “crímenes” de Genet pueden parecernos hoy
chiquilladas al lado de los desfalcos de los políticos europeos de entonces y de
hoy, pero su exaltación del “mal”, su gráfica descripción de lo erótico y lo
sangriento, su negativa al encasillamiento, su individualismo y su tenaz rechazo de las normas sociales le valieron una fama que ha oscurecido
y, en ocasiones, exagerado su innegable talento como escritor. Escritor también de teatro y realizador de cine (Un chant d’ amour atrevido, sensual y,
durante mucho tiempo, clandestino
cortometraje ambientado en
prisión) algunas de sus novelas han sido llevadas al cine como “El balcón” de
Joseph Strick o, sobre todo, Querelle (de la mano de R. W. Fassbinder
y a mayor gloria de la belleza de Brad Davis y el glamour de Jeanne Moreau) y
otras son considerados clásicos de la literatura universal como Santa María de las Flores o El Milagro de la
Rosa donde mezcla lo autobiográfico
con lo poético y lo “bizarro”, y nos
muestra que la figura del travestí, el
“cruising”, la “herejía” o el
“amor intergeneracional” no son figuras
exclusivas de ningún tiempo, de ninguna cultura ni de ningún lugar.
Su paso por España queda reflejado
en la maravillosa Diario de un ladrón, al igual que deja testimonio de su paso por los
campos de refugiados palestinos en Un cautivo enamorado bajo la forma de
diarios personales y palimpsesto de un mundo devastado por el militarismo y la
prepotencia. Un autor siempre vigente -y de inalcanzable influencia posterior- al que la forzada mitificación y tendencia a la provocación no le han
sentado demasiado bien, pero un literato siempre aprovechable para
hablar de las intersecciones entre las diferentes formas de discriminación y
opresión sociales y la disidencia
sexual.
El que hoy en institutos y
universidades solo se lo conozca como el autor de Las criadas o Los biombos nos recuerda la urgencia de recuperar su
figura pública y su compleja y controvertida dimensión literaria.
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