Friday, October 31, 2008

¿SEGUIMOS EN EL DESIERTO?






“Media hora más contigo” de Donna Deitch sigue maravillosamente en pie, gracias a la fuerza de la construcción dramática de un relato que oscila entre el cine clásico y el cine provocador e independiente. Una pequeña obra maestra de la que, aún hoy, no me explico por qué es tan borroso el recuerdo de la primera vez que la vi ni por qué los espectadores de uno y otro lado del mundo no le han otorgado el lugar que merece en el la historia séptimo arte.

Parece como si Cay (Patricia Charbonneau) nunca hubiera subido a ese tren y los espectadores se hubieran quedado en Reno dándole vueltas al asunto, escuchando la música del rancho, jugando en el casino o haciendo de sheriff del condado. “Desert Hearts” supuso una bocanada de aire fresco en el cine del momento protagonizado por mujeres y no digamos ya en el aún más exiguo cine realizado por mujeres.

Media hora más contigo” contiene algunos recursos narrativos característicos del momento como la cortinilla, los lugares idílicos y asfixiantes o los secundarios definidos con trazo grueso, pero estos elementos -aparentemente molestos- están utilizados con notable inteligencia al igual que su construcción en sólidos episodios narrativos y sin ningún tipo de aspaviento visual. Estamos ante el transcurrir implacable de una fábula que a la vez parece lánguida y acelerada, tierna y dura, suave y dolorosa.

La escena central de la película es una de las secuencias de amor mejor rodadas de la historia del cine con un empleo asombroso del fundido encadenado y un sobrio juego con los colores encendidos y apagados, una variedad cromática que han presidido toda la narración.

Jane Rule, autora de la novela original y coguionista del filme, desafió a la sociedad estadounidense de los ochenta de forma más lúdica y menos pesimista de lo que lo ha hecho Annie Proulx recientemente con “Brokeback moutain”. A diferencia de la historia de Jack y Ennis, la de Cay y Viven tiene un final feliz y sus secuencias de erotismo no muestran ningún tapujo. Aún hoy sirven de modelo para actrices que dudan como interpretar una secuencia de amor entre mujeres. El sentimiento de culpabilidad y el desconcierto se diluyen y aparece la dicha. Aunque su construcción es la de un drama familiar, coral y se enmarca en una microcomunidad que pretende ser el reflejo de un universo aparentemente convencional, la fuerza que adquieren los personajes de Cay y Vivien y la inversión final de sus papeles logran un broche de oro para un trabajo que destila a la vez vitalidad y melancolía.