Friday, December 17, 2010

¿TRES SON MULTITUD?








Chloe es la última película de uno de los grandes del cine contemporáneo: Atom Egoyan. En esta ocasión el director canadiense vuelve al terreno de Exótica (Exótica, 1994) y a su indagación en los abismos del engaño y la seducción. Chloe es un filme hecho a la medida de Julianne Moore que nos ofrece una de las mejores interpretaciones de su carrera como Catherine, una exitosa ginecóloga de Toronto aturdida por la infidelidad de su marido, un guapo profesor de música (al que encarna con sobriedad algo aséptica Liam Nelson). Inspirada en el filme francés “Nathalie X” de Anne Fontaine, el filme tiene como principales escenarios apartamentos de diseño, caros restaurantes y grandes hoteles, pero también los laberintos mentales de una mujer presa de su propia trampa y que descubre su atracción física por una joven prostituta (Amanda Seyfried) de aspecto y comportamiento enigmáticos que viene a sacudir los cimientos bastante endebles de un núcleo familiar en crisis.

Egoyan vuelve a mostrar que es un gran director de actores y actrices y un diseccionador implacable de las pasiones humanas y también que sabe marrar historias con una mezcla extraña de frialdad, ironía y desasosiego recreándose visualmente en momentos aparentemente anodinos y utilizando la elipsis, las ausencias y la posición ambivalente de los personajes en el tiempo y en el espacio, jugando con el espectador al gato y al ratón como los personajes juegan entre sí a mentirse entre ellos o a sí mismos, a buscarse y separarse, a amarase y odiarse . No obstante, Chloe bellamente iluminada, salpicada de diálogos acerados, miradas esquivas y con una atmósfera familiar enrarecida, se ve algo lastrada por la artificiosidad del argumento y la inconsistencia de la enrevesada historia que nos cuenta, a la que no salva ni siquiera el buen hacer de la guionista Erin Cressida Wilson, conocida por los libretos de Secretaty y Fur: A imaginary portrait of Diane Arbus de Steven Shainberg (2006). Pero Chloe no es tanto una reflexión sobre la identidad sexual como un relato pesimista sobre las formas de relacionarse en el mundo contemporáneo, algo que, a pesar de sus numerosos altibajos narrativos y su aparatosa conclusión , lo acercan al universo temático de su creador.

Estamos pues ante una obra menor, una de las piezas más tibias de un director excepcional, ante una reflexión inquietante sobre la soledad, el erotismo, los celos y la imposible búsqueda de verdades absolutas estropeada por un desenlace típicamente hollywoodiense en el que la impureza es castigada y el orden familiar queda “algo dañado” pero en buen lugar. Algo así como una versión adulta, incisiva y lésbica de "Atracción Fatal" (Adrian Lyne, 1987) precedida por un hermoso prólogo, lleno de detalles inteligentes en la puesta en escena, pero indigno una conclusión tan convencional. Un filme adulto y cruel rodado como un cuento de Navidad sobre la sospecha y los sentimientos adormecidos que despiertan causando profundos desgarros. Sorpresas, pasiones y secretos varios que se desvelan con sutileza y nos dejan entrever un mundo sórdido, fatuo y crispado tras la apariencia del lujo y la sofisticación.

Thursday, December 09, 2010

IMAGENES DE UN VIRUS







EL SIDA Y SUS FICCIONES CINEMATOGRÁFICAS



Hace unos días se celebró el Día Mundial contra el Sida. Una fecha que ha pasado a ser un día de lucha contra la exclusión a una jornada de llamada a la precaución, la profilaxis y a luchar contra la intolerancia y los coletazos de la discriminación.
El cine, como la literatura, se ha hecho eco desde el principio- en el terreno de la ficción o el documental- de los relatos posibles en torno a una pandemia que apareció como enfermedad con connotaciones “morales” y “sociales” hasta pasar a ser una enfermedad más. Recientemente la oscarizada “Precious” de Lee Daniels, basada en una fantástica novela de Sapphire, nos contaba la odisea de una joven de Harlem, seropositiva, maltratada por su entorno, acosada por el heterosexismo y madre prematura. “Tres agujas” del canadiense Thom Fizgerald ha denunciado el “negocio de la sangre” en el llamado “tercer mundo” y la exclusión familiar de un actor porno heterosexual en “el primero”.






Hace unos años André Techiné nos contaba en su opera coral “Los testigos” el surgimiento de la pandemia en la Francia de los años ochenta a través de una historia de amor bisexual y de toma de conciencia colectiva. En “Cachorro” Miguel Albadalejo se hizo eco del surgimiento de la pandemia en nuestro país contándonos, en clave de comedia sentimental, la aventura de un dentista seropositivo (ubicado en Chueca) que debe enfrentarse a la intolerancia y los prejuicios pero también a la amistad y el apoyo. Directores como François Ozon han manifestado que todavía no se sienten preparados para rodar una película que hable directamente del VIH. Demasiados amigos muertos, demasiados recuerdos dolorosos, demasiados fantasmas. En Argentina “Un año sin amor”, los trabajos de Hervé Guibert o Patrice Chereau con “Son frérè” nos han mostrado toda la crudeza de la enfermedad y en México “Welcome” que es posible vivir y amar con el VIH. Otros dan un rayo de esperanza, optimismo y positividad. Es el caso de Oliver Ducastel que en sus películas nos habla de la existencia cotidiana de parejas homo y heteros que viven con el VIH. Han pasado los tiempos en que Gregg Araki con su “The living end” denunciaba con rabia la inactividad de los poderes públicos y otros en sus documentales o mediometrajes pedían la atención del ministerio de Sanidad. Las ficciones sobre el SIDA se multiplican en la historia de un virus que no conoce más fronteras que el látex y que se atreve a hablar sin complejos de sí mismo.

Thursday, July 22, 2010

DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO




EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA





Tras la tibia acogida de “Hermanas” la realizadora argentina Julia Solomonoff cambia de registro y se adentra en una peculiar fábula de ambiente rural sobre la niñez, la adolescencia, el choque entre naturaleza y cultura y el descubrimiento de la sexualidad. “El último verano de la boyita”, un filme de raíces autobiográficas, nos cuenta la historia de la amistad íntima entre Jorgelina (Guadalupe Alonso), la hija de un médico, y Mario (Nicolas Treise), un muchacho intersexual que trabaja en esa finca flotante donde la familia pasa sus veranos. Alejándose del tenebrismo y también de la estilización formal que caracterizan a los trabajos de Lucía Puenzo, “El último verano…” es un filme de una naturalidad encomiable que huye de cualquier atisbo de morbo para, en clave de relato minimalista, contarnos el choque entre dos seres que, de modo diferente, escapan a lo que se espera de ellos por parte de sus respectivos ambientes familiares y comunitarios. La realizadora se apoya en el encanto y la frescura de la niña protagonista y nos muestra –con gran atención a los detalles y con el uso de primerísimos planos- su descubrimiento de la naturaleza, los cuerpos, los afectos y las verdades a medias.

Tal vez podamos echar en cara al trabajo de Solomonoff un exceso de metáforas visuales, pero la fisicidad que logra extraer de los pobladores de ese lugar, a la vez salvaje e idílico, consigue eludir cualquier atisbo de cursilería. Los mejores momentos del filme son aquellos en que parece que Jorgelina y Mario van a entenderse y, en ese universo algo primitivo en el que habitan, nos obsequian con algunos toques de comedia en una historia que tiene algo de “western crepuscular” y algo de drama sobre la pérdida de la inocencia. “El último verano…” es una película pequeña pero poderosa en su puesta en imágenes y llena de fuerza interior, ironía y luminosidad, aunque el trasfondo vuelve a ser amargo ya que la realizadora denuncia, sin alzar mucho la voz, la violencia que los dispositivos médicos, las normas reguladoras del género y los patrones culturales caducos ejercen sobre los cuerpos sexuados y las mentalidades que empiezan a conformarse.

Tuesday, July 20, 2010

EL REFUGIO



LE REFUGE


“El refugio” es la última película de François Ozon, un director aclamado por algunas de sus películas y vilipendiado por otras pero siempre coherente con su peculiar universo temático y estilístico. Esta última entrega de su llamada “trilogía de la muerte” nos cuenta una historia amistad y amor entre Mousse (Isabel Carré, en la mejor interpretación de su carrera) una mujer embarazada y el hermano de su novio, fallecido por una sobredosis de heroína. De nuevo las playas, las casas, los colores, los secretos, la redefinición de los roles , la homoparentalidad, la masculinidad y la feminidad son algunos de los temas que surcan esta película, madura, serena, lírica estremecedora. Un regalo para los admiradores del creador de otros títulos maduros y delicados “Sous le sable” y “Le temps qui reste”. Una muestra de la cara más sensible del otrora llamado "enfant terrible" del cine francés. Destacan en el filme no solo la presencia de algunas de sus constantes (como la naturaleza, el mar, la búsqueda de la libertad o el aislamiento espiritual) sino también la fuerza de los secundarios, como ese enigmático Mevil Poupaud cuya ausencia va a marcar el transcurso, a la vez sereno y desagarrado, de un filme íntimo y majestuoso. En el universo de esa mujer sola irrumpe un hombre poco convencional y lleno de misterio (interpretado por el cantante francés Louis-Ronan Choisy).

Estamos ante el retrato de una huida y un reencuentro, el renacimiento a la vida y a la esperanza, los lazos afectivos menos convencionales y el redescubrimiento del cuerpo, otra mirada a la maternidad, la paternidad y la esperanza en la vida. Tal vez echemos de menos un poco de la mala uva que ha caracterizado al realizador de "Sitcom" o “Huit femmes” pero "El refugio" es un regalo para los sentidos, una película a la vez dura y frágil. Una obra de cámara que condensa muchas de sus habituales obsesiones y, también, algunas de las nuestras.

Tuesday, May 04, 2010

UN MUNDO AL ATARDECER




UN HOMBRE SOLTERO




"Un hombre soltero", el debut en el largometraje del diseñador Tom Ford, es una elegante y sofisticada adaptación de la novela más triste de Christopher Isherwood, más conocido como por ser el autor del relato en que se basa la famosa "Cabaret" (Bob Fosse, 1972). Apoyada en una fantástica interpretación de Colin Firth -nominado al Oscar-, la película de Ford nos cuenta, con altas dosis de talento audiovisual, la historia de George, un maduro profesor universitario británico que trata que recuperarse de la trágica pérdida de su compañero sentimental, Jim (Mathew Goode). El filme se acerca de modos muy diferentes al actor, a su rostro, a su cuerpo, a sus deseos, a su tristeza, su coraje y su cobardía y logra, con una puesta en escena llena de pequeños aciertos, el retrato de un hombre que trata de ocultar su dolor en la Norteamérica de los años sesenta. Sus únicos compañeros en esa larga jornada “antiheróica” van a ser su antigua amiga Charlie (Julianne Moore, perfecta para el papel), un joven alumno (Nicholas Hoult)- extrañamente atraído por la personalidad del profesor- y los recuerdos intermitentes de los momentos vividos con su antiguo amante. La interpretación de Firth –premiado con la Copa Volpi en el último festival de Venecia- es la gran baza que juega Ford para dar un soporte psicológico sólido y perturbador a un filme que tiene algo de “ejercicio de estilo” por la importancia dada a los pequeños detalles pictóricos de su puesta en imágenes. Así Ford da entidad visual a recursos tomados de la literatura como el “monólogo interior” o las imágenes mentales prolongadas para describir el violento choque entre el abatido mundo interior de George y las situaciones cotidianas a las que les debe hacer frente. La presencia física de Firth –oscilando entre el aspecto de galán y la de hombre maduro a las puertas de un mundo otoñal- es decisiva para el despegue de un filme construido desde una subjetividad obsesiva. Uno de los momentos claves del filme es su largo y vehemente discurso ante un alumnado que observa atónito como ese profesor de modales perfectos está a punto de quitarse la máscara.


"Un hombre soltero" puede parecer una película algo artificial -arropada por una elaborada fotografía en blanco y negro y color de Eduard Grau, elegantes escenarios y una partitura sinfónica de Abel Korzeniowski-, pero, gracias a los matices que el actor protagonista da a su personaje y a la sólida realización, el filme se sostiene como una propuesta arriesgada y, a ratos, arrebatadora. Ambientada en Los Ángeles durante la llamada “crisis de los misiles”, con evidentes guiños al cine realizado en la misma época en que transcurre la trama, el trabajo de Ford consigue trasmitirnos el dolor íntimo de un hombre incapaz de encarar el futuro. Algo discursiva en sus diálogos, tentada por la estética de “videoclip” y la sofisticación, A single man triunfa como fábula sobre el amor y el duelo, la cobardía y el coraje, como un filme que reivindica el derecho a la diferencia y a la libertad, pero fracasa en su retrato de una sociedad hipócrita y asfixiante allí donde triunfaban trabajos de sabor igualmente “retro” como la suntuosa "Lejos del cielo" (Far from Heaven, 2002) de Todd Haynes, protagonizada también por Julianne Moore e inspirada en el universo plástico de Douglas Sirk. Otro filme que lanza una mirada moderna e irónica a los códigos del melodrama clásico, a los roles sociosexuales, a los tapujos y a los usos y costumbres de la burguesía de la época que retrata.


Nos encontramos, pues, ante una •”obra de cámara”, rodada con un montaje agresivo que acerca su filme a las filas del llamado “new queer cinema” y ante un recital interpretativo filmado con inusitada vitalidad por un realizador novel que demuestra una cautelosa atención a la ambientación y a los pequeños motivos de la puesta en escena. En resumen, una mirada rutilante y corrosiva a un mundo gris, mediocre y materialista y a un personaje atormentado que habita más cerca de “los muertos” que de “los vivos”. "Un hombre soltero", debido a su transcurso algo abrupto, su lapidaria conclusión y cierta ampulosidad y autosuficiencia, puede llegar o no al espectador, pero no podemos negar una impresionante fuerza plástica, un sobrado oficio, unas actuaciones intensas y más de un momento de una humanidad cautivadora.

Sunday, March 21, 2010

YA EN DVD



PARIS

Cédric Kaplish sigue siendo una “rara avis” en el cine francés contemporáneo y dentro del cine europeo en general. Autor de comedias dramáticas originales como y dotadas de indiscutible frescura como “Cada uno busca su gato”, y de películas tirando a banales y preferentemente destinadas al público y a la taquilla como su saga de “El albergue español”, se adentra en esta ocasión, con brío y desiguales resultados, en el drama humano e intimista y en la ópera social y el drama costumbrista. “Paris” es la historia de una ciudad, mitificada donde las haya, observada con un tono a la vez grave, irónico, distanciado, humano y colorista. El eje de la historia es la enfermedad grave de Pierre (Romain Duris) quien, creyéndose a punto de morir, se convierte en un observador pasivo de los encantos y miserias de una ciudad caleidoscópica y llena de contrastes. El desapego existencial, la melancolía y su hundimiento emocional de Pierre nos recuerdan la mirada tierna y lúcida de algunos personajes de Francois Ozon o Eric Romer aunque la aproximación de Kaplish es más despreocupada y mucho menos honda. Entre los muchos -tal vez excesivos- temas del filme, encontramos el desamor, las relaciones familiares, la búsqueda de la dignidad y la estabilidad económica y la infinita soledad que se dejan sentir en el seno de una ciudad bulliciosa que resulta para unos un paraíso de colores y mezcla de culturas y para otros una trampa o un lugar inhóspito y lleno de dolor y de heridas abiertas por el paro, la inmigración, la infelicidad, los prejuicios raciales, los dilemas familiares y la virulenta escisión entre la realidad y las apariencias.


“Paris” es un filme tentado por la grandilocuencia y que abarca demasiadas historias y “vidas cruzadas”, demasiados temas y nudos dramáticos planteados con cierta fuerza y realismo, pero que o bien no se resuelven de modo satisfactorio o, sencillamente, no se resuelven. El filme se apoya en una espléndida Juliette Binoche que ha alcanzado una madurez interpretativa encomiable, aunque abuse de recursos dramáticos y matices que ya ha utilizado para otros personajes en filmes de Techiné u Oliver Assayas. El tono del filme resulta algo frío e insincero a pesar de la eficacia y sobriedad con la que Kaplish se acerca a sus criaturas que siguen viviendo, trabajando y amando pese a las heridas intimas y la incertidumbre colectiva que parece haberse adueñado de una ciudad luminosa presentada en tonos grises, filmada con cierto amor, pero también con algo de tristeza y desencanto. Así, nos vamos encontrando con la enfermedad de Pierre y la soledad afectiva de Elise (Binoche) que trata de fingir entereza ante circunstancias cada vez más adversas, la búsqueda del éxito profesional de un locutor de televisión o un profesor de universidad, el viaje desesperado de un inmigrante procedente de Camerún, etc.. Un relato balzaciano con ecos del neorrealismo italiano tardío y del cine francés social, algo devaluado por la necesidad de contar demasiadas historias y de cautivar al espectador con escenarios variopintos, planos enfáticos o motivos visuales que chocan violentamente entre sí.

Kaplish logra un filme interesante y lleno de buenos momentos, en particular gracias a la eficacia de actores y actrices y a la fuerza de los personajes, pero mezcla demasiados temas como si quisiera contarlo todo sobre una ciudad desbordante a través de la historia demasiado compleja de personajes desamparados a los que describe de una forma eficiente pero algo apresurada, tópica y superficial. Estamos, pues, ante un filme apreciable y ante un director al que hay que seguir la pista, pero también ante un melodrama romántico y una comedia satírica algo ampulosa donde Kaplish se decanta por una mirada epidérmica y deshilvanada sobre conflictos graves que traza con brío para después pasar de puntillas sin llegar nunca al fondo del asunto.

Thursday, March 18, 2010

ELOISE


Recién estrenada en DVD, "Eloise" es una agradable sorpresa en el desértico panorama del cine lésbico de producción española. Dirigida por el catalán Jesus Garay- realizador mal conocido donde los haya- "Eloise" es una historia de amor imposible entre dos chicas jóvenes de caracteres muy diferentes y que, aparentemente, están destinadas a no encontrarse. Narrada como un largo flash-back, "Eloise" destaca más por su universo visual que por su dramaturgia algo trillada. Con ecos del clásico "When night is falling" de Patricia Rozema y también con imágenes más propias del universo crispado y malsano del director de "Manderlay" o "La bañera", "Eloise" es una hermosa fábula romántica algo estropeada por un guión algo altisonante y unos personajes que, en algunos momentos. se acercan al estereotipo.
Eso no me impide disfrutar de las imágenes llenas de gancho de esas dos chicas que se unen en un momento crucial de sus vidas. Hay sexo, erotismo y sensibilidad en "Eloise" al contrario que en otras de historias de amor entre mujeres del cine reciente y hay también una violenta requisitoria contra una sociedad hipócrita y machista, dominada por la envidia, el tradicionalismo, la avaricia, la ñoñería y el odio a todo lo diferente. Garay logra gracias a una puesta en escena meticulosa que entremos en un universo donde nada es lo que aparenta. Solo el innecesario tono elegiaco, fatalista y el aparatoso final estropean el disfrute de una película rodada con afecto, delicadeza e interpretada de manera más que digna. Eloise y Asia son dos nombres femeninos que junto con Jesus Garay ya forman parte de la "otra historia del cine catalán". Villaronga, Garay, Jordá, Marta Balletbó-Coll , Marc Recha, Ventura Pons, Chus Gutierrez se han abierto ya camino entre la incomprensión y la estulticia. Un filme no estrenado comercialmente en Burgos y que tampoco veremos ya que el Aula de Cine y Circo de la Ubu esta más corrompida que la calle Génova, Gurtel, etc. Pero como diría Almodovar "Ese melón mejor no abrirlo..."

Monday, January 18, 2010

RECOMENDACIÓN DVD





Hoy me hacen feliz las sábanas de la vida.
Enjuagué las sábanas de la cama.
Tendí las de la cama y las contemplé
dar palmadas y alzarse como gaviotas.
Cuando estuvieron secas las descolgué
escondí mi cabeza entre ellas.
Todo el oxígeno del mundo estaba en ellas.
Todos los pies de bebés del mundo,
Todas las ingles de los ángeles del mundo,
todos los besos matinales estaban en ellas.
Todos los juegos a la pata coja en las aceras,
Todos los ponis de trapo estaban en ellas.

De modo que esto es la felicidad,
ese jornalero


Anne Sexton


TAKING WOODSTOCK de Ang Lee


Tras sus poderosas y desgarradas "Deseo, peligro" y "Brokeback mountain", Ang Lee nos ofrece una apuesta aparentemente más modesta, cálida e intimista acordándonos a la historia de un festival de música y baile mítico en la historia de los EEUU del pasado siglo. Aparentemente estamos más cerca del mundo de "La tormenta de hielo" y la radiografía de un microcosmos en crisis y una sociedad cambiante aunque su "Taking Woodstock" nos sitúa en un universo más plácido y unos personajes aparentemente más sencillos.


De nuevo, su apuesta rezuma sabiduría, inconformismo, serenidad y juventud y Lee demuestra que dirige con igual maestría a actores y actrices en situaciones de drama y de comedia. En su último filme encontramos intimismo, nostalgia y sinceridad audiovisual en una propuesta pequeña pero llena de vida, ritmo y color.


Una película sensible y tierna que se aleja del documental colosalista y mistificadora del evento musical en favor de un formato a la vez realista, irónico y sensual. Dividendo la pantalla, mezclando formatos, dosificando los tiempos, las canciones y los espacios, conjugando cotidianeidad, hedonismo y espectáculo , Lee ha conseguido otro fresco a la vez tierno e implacable de un mundo que, al mismo tiempo, le sorprende, indigna y fascina. La llegada de los jóvenes inconformistas de finales de los sesenta a un mundo provinciano invadiendo cuerpos y mentes, removiendo pasiones, intereses y conciencias esta observada con tenue nostalgia y cierto distanciamiento. Ambivalente añoranza del pasado y búsqueda incierta de la renovación en una sincera, vitalista y más que apreciable muestra de cine independiente. A destacar el fantástico trabajo actoral de Henry Goodman como Elliot, un joven que no se arredra ante circunstancias adversas y cuyo mundo interior entra en conexión con la eclosión de una sociedad en crisis.