Monday, January 21, 2013

DE ÓXIDO Y HUESO


 

 


Con “De óxido y hueso”, y  tras el éxito internacional  de “Un profeta”, Audiard vuelve a demostrar que es uno de los grandes no solo del cine francés, sino también  del cine contemporáneo. En esta ocasión vuelve a golpear al espectador en el tratamiento hiperrealista y a la vez tierno de un tema duro: la superposición de dos soledades, el choque de  dos seres tullidos que se encuentran en un momento crucial de sus vidas. Un momento en el que la violencia social repercute sobre sus cuerpos pero en el que  ellos nunca se dan por vencidos. Aunque la misteriosa  intensidad de Marion Cotillard como Stephanie le gana “la pelea” a un, por otro lado, excelente Matthias Schoenaerts que, pareciendo hecho para la violencia, alterna la lucha   callejera con el oficio de guarda de seguridad, la adustez y  la dureza  con la sensibilidad,  y nunca deja de desconcertar al espectador en un filme sabe unir y separar a los personajes con habilidad. “De óxido y hueso” habla sin ningún tipo de sentimentalismo de la “discapacidad”, del desamor y de los “perdedores” de la Francia profunda pero, al contrario que “Un profeta”, no se ve limitada por los chiclés de ningún género y combina con la acidez característica del realizador el melodrama y la poesía, la comedia romántica, la ironía  y la denuncia social. Estamos ante un filme sobre heridas que nunca cicatrizan del todo, sobre la dificultad de encarar un futuro distinto al  que esperamos y sobre el amor y la amistad entre un hombre y una mujer llenos de vida  que saben transformar el miedo en coraje.

 

 

 

Con pocas pinceladas y con un inteligente uso de la elipsis y los saltos espacio -temporales para eludir lo sensiblero, “De óxido y hueso” es una película al servicio de sus dos protagonistas que se dejan la piel en sus atormentados personajes pero también --como de otra forma “Un profeta” -  una incómoda e inteligente  fábula sobre la lucha por la supervivencia de dos seres perdidos en la Europa de nuestros días. “De óxido y hueso” contiene algunas de las secuencias más bellas del cine reciente, como el baile de Cotillard en silla de ruedas o el delicado  reencuentro de ésta con aquellas criaturas (las orcas del parque acuático donde trabajaba)  que la dejaron mutilada. Un filme que, como todos los de Audiard, sorprende al espectador incluyendo humor dentro de la sordidez y humanizando hasta  los personajes más detestables del relato, dejando un sabor a buen cine gracias a la precisión de su mirada quirúrgica sobre el dolor y  el placer (estupendamente filmadas, también, las secuencias de sexo entre los dos personajes principales). Audiard se acerca con pulso narrativo y ritmo impecable a  la cotidianeidad de la gente que vive mucho tiempo en los barrios desfavorecidos de su país  o que se deja la piel a tiras para encontrar su sitio en el mundo  o (como en el caso de Stephanie) reconstruir su identidad después de quedar herida y limitada de por vida. Una narración límpida, unas interpretaciones colosales y una fotografía que mezcla en feísmo y la poesía, la sobriedad y el lirismo,  son las grandes bazas de un director que como otros del cine reciente  (Pablo Trapero, Mike Leigh)   parece superarse a sí mismo en el retrato complejo y siempre contradictorio de personajes aparentemente vulgares pero llenos de fuerza.