Thursday, July 22, 2010

DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO




EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA





Tras la tibia acogida de “Hermanas” la realizadora argentina Julia Solomonoff cambia de registro y se adentra en una peculiar fábula de ambiente rural sobre la niñez, la adolescencia, el choque entre naturaleza y cultura y el descubrimiento de la sexualidad. “El último verano de la boyita”, un filme de raíces autobiográficas, nos cuenta la historia de la amistad íntima entre Jorgelina (Guadalupe Alonso), la hija de un médico, y Mario (Nicolas Treise), un muchacho intersexual que trabaja en esa finca flotante donde la familia pasa sus veranos. Alejándose del tenebrismo y también de la estilización formal que caracterizan a los trabajos de Lucía Puenzo, “El último verano…” es un filme de una naturalidad encomiable que huye de cualquier atisbo de morbo para, en clave de relato minimalista, contarnos el choque entre dos seres que, de modo diferente, escapan a lo que se espera de ellos por parte de sus respectivos ambientes familiares y comunitarios. La realizadora se apoya en el encanto y la frescura de la niña protagonista y nos muestra –con gran atención a los detalles y con el uso de primerísimos planos- su descubrimiento de la naturaleza, los cuerpos, los afectos y las verdades a medias.

Tal vez podamos echar en cara al trabajo de Solomonoff un exceso de metáforas visuales, pero la fisicidad que logra extraer de los pobladores de ese lugar, a la vez salvaje e idílico, consigue eludir cualquier atisbo de cursilería. Los mejores momentos del filme son aquellos en que parece que Jorgelina y Mario van a entenderse y, en ese universo algo primitivo en el que habitan, nos obsequian con algunos toques de comedia en una historia que tiene algo de “western crepuscular” y algo de drama sobre la pérdida de la inocencia. “El último verano…” es una película pequeña pero poderosa en su puesta en imágenes y llena de fuerza interior, ironía y luminosidad, aunque el trasfondo vuelve a ser amargo ya que la realizadora denuncia, sin alzar mucho la voz, la violencia que los dispositivos médicos, las normas reguladoras del género y los patrones culturales caducos ejercen sobre los cuerpos sexuados y las mentalidades que empiezan a conformarse.

Tuesday, July 20, 2010

EL REFUGIO



LE REFUGE


“El refugio” es la última película de François Ozon, un director aclamado por algunas de sus películas y vilipendiado por otras pero siempre coherente con su peculiar universo temático y estilístico. Esta última entrega de su llamada “trilogía de la muerte” nos cuenta una historia amistad y amor entre Mousse (Isabel Carré, en la mejor interpretación de su carrera) una mujer embarazada y el hermano de su novio, fallecido por una sobredosis de heroína. De nuevo las playas, las casas, los colores, los secretos, la redefinición de los roles , la homoparentalidad, la masculinidad y la feminidad son algunos de los temas que surcan esta película, madura, serena, lírica estremecedora. Un regalo para los admiradores del creador de otros títulos maduros y delicados “Sous le sable” y “Le temps qui reste”. Una muestra de la cara más sensible del otrora llamado "enfant terrible" del cine francés. Destacan en el filme no solo la presencia de algunas de sus constantes (como la naturaleza, el mar, la búsqueda de la libertad o el aislamiento espiritual) sino también la fuerza de los secundarios, como ese enigmático Mevil Poupaud cuya ausencia va a marcar el transcurso, a la vez sereno y desagarrado, de un filme íntimo y majestuoso. En el universo de esa mujer sola irrumpe un hombre poco convencional y lleno de misterio (interpretado por el cantante francés Louis-Ronan Choisy).

Estamos ante el retrato de una huida y un reencuentro, el renacimiento a la vida y a la esperanza, los lazos afectivos menos convencionales y el redescubrimiento del cuerpo, otra mirada a la maternidad, la paternidad y la esperanza en la vida. Tal vez echemos de menos un poco de la mala uva que ha caracterizado al realizador de "Sitcom" o “Huit femmes” pero "El refugio" es un regalo para los sentidos, una película a la vez dura y frágil. Una obra de cámara que condensa muchas de sus habituales obsesiones y, también, algunas de las nuestras.