Thursday, September 28, 2006

NOSTALGIA DEL VHS (Un cuentin)




Iba siempre al mismo videoclub, pero rara vez llevaba dinero para alquilar. Esto me provocaba una situación de creciente incomodidad. Yo era un mirón, un voyeur en un pequeño país reservado para los voyeurs que, al menos, pagan por mirar. Practicaba el placer de contemplar las carátulas. Bueno, esto no es del todo exacto. En ocasiones, alquilaba algo, unas veces por sincera pasión, otras con simple curiosidad o interés y otras para espantar el miedo que me producía que aquel joven dependiente me reprendiese por no alquilar. Me riñese por limitarme a mirar por fuera. Aunque eso nunca sucedió Sabía que se llamaba Israel, porque en ocasiones venía a buscarle una chica muy habladora, tirando a gritona, a la que yo, equivocadamente, había catalogado como su novia.
Israel parecía sacado de una comedia romántica hollywoodiense de las de ahora, con su flequillo rubio, sus ojos verdes y su talle de deportista. Solo su nariz, demasiado chata, estropeaba la belleza de su estampa. No obstante, era reservado, no tanto como yo, pero si bastante. Rara vez establecía largas conversaciones con los que pasaban por allí. Eso sí, parecía haberlo visto todo, no era maniático como yo, y sabía que película convenía a cada cliente. No los juzgaba. Yo en cambio catalogaba a la gente por el tipo de películas que cogían, incluso me atrevía a imaginar su ideología política. No se de donde sacaba tiempo para ver tanto cine, ya que trabajaba mañana y tarde y, a veces, cuando yo pasaba por allí al caer la noche lo veía todavía en la penumbra del interior, ordenando los dvds que los buscadores de películas habían puesto manga por hombro. No soportaba que un drama estuviera en el lugar de las comedias o que una película colombiana apareciera en el estante del cine español.
Hubo unos días en el que lo noté especialmente taciturno y pronto intuí la razón. El VHS había sido sustituido con una velocidad apabullante por el nuevo formato y las viejas cintas, algunos recipientes de historias maravillosas, se iban apelotonando en los rincones más insospechados de la tienda. Luego empezaron a venderse muy baratas, primero a diez euros luego a dos y hasta a uno. Y aún así pocos las compraban. Yo, no obstante y, aunque como la mayoría, prefería la comodidad manejable e interactiva del nuevo formato no dejaba de repasarlas como hacía con los nuevos títulos. Esto provocó la primera frase que me dirigió aparte de los habituales hola, adios, esta la has llevado, tienes un día de retraso, esta es novedad la tienes que traer mañana… Sin levantar la voz y al ver como yo revolvía algunos clásicos, que acumulaban polvo sobre sus cajas de colores, me espetó: Es una pena, una verdadera pena, algunos de esos títulos son joyas y ya no van a reeditarse… Me di la vuelta, algo sobresaltado y vi que, casi por primera vez, me miraba fijamente a los ojos.
Como si sus palabras hubieran atraído a alguna maldición fruto de la añoranza empezó a llover fuera de la tienda con una furia poco habitual en la ciudad. Llovía, y llovía cada vez más, y estábamos aislados entre la luz de neón del pequeño videoclub y la inmensa oscuridad aguada del exterior por donde los transeúntes, sin paraguas, iniciaban una carrera hacia los portales.
Se ofreció a llevarme a casa, yo ni siquiera sabía que conducía, y acepté, aunque podía haber ido andando o, mejor dicho, corriendo bajo la lluvia, pues tampoco vivía tan lejos. Bajó la verja con ese golpe seguro y metálico con el que se lo había visto hacer tantas veces y me señaló su coche, pequeño y sucio pero de aspecto cómodo.
- Tiene mas polvo que el VHS- le dije, para arrepentirme después de la descortesía de mis palabras
Él se limitó a sonreír. – Este no esta en venta
Nos montamos en el auto, Israel puso el limpiaparabrisas para ahuyentar los chorretones de gotas que se habían acumulado en el cristal delantero y que se resistían a dejar de surcarlo y me conminó a ponerme el cinto. Ahora era obligatorio para el copiloto.
Por si hiciera falta aclararlo no me llevó a casa. Mandé desde mi móvil un mensaje a mis padres diciendo que tenía un cumpleaños. Una excusa tonta pero a medias creíble. Israel vivía en una buhardilla donde me invitó a compartir los espaguetis que habían sobrado del mediodía. Para mí supieron como si estuvieran recién hechos. Busqué infructuosamente en sus estanterías algún video, VHS o DVD pero solo encontré algunos libros, novelas, ensayos y algún tebeo.
Creo que leyó en mis ojos lo que iba a preguntarle, ¿como podía asesorar tan bien a todos aquellos clientes si no le gustaba el cine, si ni siquiera había a la vista un aparato de televisión?
Me besó suavemente en los labios y susurró mientras me acariciaba la rabadilla- A mí, como a ti, me basta con leer la carátula para saber quien es para quien

Saturday, September 16, 2006

ARTISTAS Y MODELOS...






Sobre POR AMOR AL ARTE de Neil La Butte.


El último filme de Neil La Butte (“En compañía de hombres”, “Amigos y vecinos”, “Persiguiendo a Betty”·, “Posesión”) retoma la línea iniciada por sus dos primeros trabajos, de contenido fuertemente teatral y basada sobre todo en los diálogos y una sólida caracterización de los principales personajes. Como su primer filme “Por amor al arte”, adaptación de una obra teatral del propio La Butte, constituye un cruel engranaje en el que las apariencias engañan y donde una persona ingenua resulta destrozada por un juego sentimental que se hace finalmente detestable al espectador, pero que sirve al dramaturgo y realizador para poner un espejo inmisericorde frente a algunos aspectos de la sociedad estadounidense basada en un vacuo individualismo y una feroz competitividad.
Pero, si “En compañía de hombres” mostraba a una protagonista femenina humillada por un grupo de ejecutivos machistas, en esta ocasión es un hombre tímido y manipulable quien sufre una terrible ordalía/engaño a manos de una maquiavélica estudiante de arte contemporáneo. La Butte carga de forma inmisericorde contra el mundo de los artistas modernos, sus ínfulas y sus vacuas pretensiones, al tiempo que construye otra de sus fábulas contemporáneas sobre la pareja, el sexo, la amistad, la rivalidad, la infidelidad y los celos. De nuevo el escenario es profundamente urbanita y los personajes disimulan una profunda soledad, incomunicación y miedo visceral a los otros y a sí mismos.
Comparada por algunos críticos con una “morality play” isabelina, por su mecánica y perversa arquitectura dramática, “Por amor al arte” es, sin embargo, como toda la escritura y el cine de este apasionante creador, una pieza profundamente estadounidense, que se desarrolla en un mundo académico pretencioso -de jóvenes universitarios siempre con un punto prepotente y resabidillo- y en un mundillo artístico e intelectual observado con una ironía que recuerda, en un tono bien diferente, a la mirada caústica de otro guionista de excepción : Woody Allen.
Si bien el mensaje es harto ambigüo y todos los personajes tienen su lado oscuro, es difícil que el espectador no sienta finalmente compasión por el atribulado Adam (excelente Paul Rudd) y antipatía hacia la maquiavélica Evelyn -algo gruesa caricatura de la artista contemporánea altanera y sin demasiados escrúpulos- aunque el comportamiento del cuarteto protagonista, siempre basado en la doblez y el fingimiento, haya distado mucho de ser ejemplar desde el comienzo de la cinta. Y es en la relación especular entre las dos parejas, que acaban mezclándose con resultados a la vez divertidos y siniestros , donde la Butte, excelente dramaturgo e interesante realizador, juega mejor sus cartas. La antipatía que se profesan Evelyn y el amigo del alma de Adam, el machista y ligón Phillip (Frederik Weller) va ser el desencadenante no sólo de una absurda y embarazosa pelea sino de una serie de encuentros y desencuentros entre los cuatro jugando a ser quienes no son.
Evelyn inicia un proceso de transformación a lo Pigmalión sobre su amante masculino, metamorfoseando – como si de una escultura se tratase- al retraído y poco seductor Adam en un hombre atractivo y dispuesto a arriesgarse, pero el espectador intuye que el director sólo nos muestra que Adam se descubre a sí mismo en algunas facetas mientras que reprime otras no menos interesantes en aras de un amor que acaba siendo puro artificio. El otro vértice de este amistoso cuadrilátero, que finalmente deviene en grotesco ring de boxeo verbal -y por momentos casi físico- es la más conservadora y cortés novia de Phillip, Jenny (Gretchen Mol) que sigue secretamente enamorada de Adam y cada vez menos de su prometido, con el que ha planeado una absurda ceremonia subacuática.
El filme, con guión del propio La Butte, no desmiente su origen escénico y se compone de diferentes cuadros con diálogos chispeantes y un montón de recursos teatrales, pero esta rodado con una sabiduría cinematográfica indiscutible porque sin airear la obra, sin introducir elementos cinematográficos prescindibles o secuencias accesorias, logra extraer el tono fílmico adecuado para cada secuencia, consiguiendo una interesante reflexión sobre el cine dentro del teatro y viceversa.

Wednesday, September 13, 2006

LA NARRATIVA BREVE DE TENNESSEE WILLIAMS





Hoy Tennessee Williams (nombre original: Thomas Lainer Williams) es recordado como uno de los dramaturgos estadounidenses más brillantes y destacados del siglo XX. Se le sitúa desde las enciclopedias y programas educativos más elementales junto a otro gigante de la escena norteamericana de los cuarenta, cincuenta y sesenta: Arthur Miller .No obstante, el único lazo de unión entre ambos, a mi entender, se encuentra en cómo su teatro coincidió con el surgimiento del Actor´s Studio aplicando el famoso “Método” Stanislavky de interpretación y en que algunas de sus obras más populares fueron llevadas con gran éxito a las salas de Broadway por el mismo director de escena: Elia Kazan. Yo diría paralelismo acaba ahí. Como manifestó el propio Kazan en sus voluminosas memorias, el serio y, en ocasiones, moralista Miller jamás hubiera una escrito una frase como la que el sureño pone en boca de su personaje Blanche DuBois “La crueldad deliberada es el único pecado imperdonable”. Ambos son profundamente estadounidenses, ambos retrataron el fracaso de los seres humanos en una sociedad que se pretende opulenta y que se mira en los triunfadores; ambos mostraron actitudes políticas progresistas, pero las brechas temáticas y estilísticas que los separan son en mi opinión mucho más hondas y se van haciendo más visibles a medida que pasa el tiempo y podemos releer no sólo sus textos teatrales -algunos de ellos convertidos en películas de gran éxito comercial y discutible resultado artístico- sino en el resto de literatura que produjeron y que, sobre todo,en el caso del sureño, ha pasado injustamente desapercibida.
La faceta de narrador de Williams ha sido eclipsada por la sensación que causó su escritura dramática y por la buena acogida que siguen teniendo las reposiciones de los mejores filmes basados en sus obras más populares como es el caso de “Un tranvía llamado deseo” que el propio Kazan llevó a la pantalla con notables resultados, a pesar de los molestos retoques impuestos por la censura católica.

Ediciones Alba en su interesante colección “Clásicos Modernos” -ahora también disponibles en edición de bolsillo- bajo el título "La noche de la iguana y otros relatos" ha reeditado algunos de los relatos cortos de Williams, pertenecientes a diferentes etapas de su trayectoria vital y creativa. Quienes se tomen la molestia de acercarse a éstos verán el germen de muchos de sus grandes dramas escénicos sino un nivel literario de una delicadeza y a la vez brutalidad no sólo comparable a las de sus piezas e incluso aún mayor. Nos sorprende la modernidad de un narrador que algunos se empeñan en seguir calificando de antiguo, por tener una visión de la sociedad, de los conflictos éticos y morales, de la sexualidad en general (y la homosexualidad en particular) que pueden parecer harto superados. Pero la relectura de algunos de sus mejores cuentos no sólo nos devuelve a la intemporal atmósfera del profundo y decadente Sur (ya convertido en tópico literario y cinematográfico) que también retrataron con éxito otros autores como Capote, Faulkner, O´Connor, Carson McCullers o Eudora Welty sino a una universalización del problema del sufrimiento humano llevado al extremo y de la búsqueda de la redención y autorrealización en medios hostiles, una cuestión que traspasa fronteras y coordenadas espacio-temporales. La narrativa breve de Williams tiene cualidades casi pictóricas, de un arrebatador y colorista lirismo, también presente en las extensas, minuciosas acotaciones de su teatro, que lo sitúan más cerca de nuestro Lorca que de cualquier otro dramaturgo anglosajón y que se mezcla con un gusto por retratar a seres anímicamente tullidos pero también llenos de una extraordinario vitalismo, de tal modo que su escritura sólo puede calificarse de poética.
Sorprende en la selección que se ha hecho para la traducción al castellano de algunos de sus relatos cortos la presencia de algunos, como el primerizo y aburrido “La venganza de Nicrotis”, y la ausencia de otros, como el delicado y chejoviano “El parecido entre la caja de un violín y un ataúd”, el tristísimo y evocador “Caramelo fundido” o el brutal y desconcertante “El masajista negro”.
No obstante esta reedición (algunos de ellos pudieron ya leerse en la edición mexicana de Losada) nos da la oportunidad de redescubrir la escritura mágica de textos como “Lo importante” sobre el amor imposible de dos adolescentes en un campus escolar típicamente estadounidense o “El ángel en la alcoba” - con claros aspectos autobiográficos - en los que un aspirante a escritor se encuentra con una serie de personajes a la vez tiernos y monstruosos sobre los que planea la sombra de la enfermedad, el sexo, la muerte y la resurrección a través de la memoria. Autobiográfico es también “Retrato de una joven en cristal” el esbozo de lo que luego sería su primer éxito en Broadway, “El zoo de cristal”, un frágil microcosmos de su propia familia marcada por la modestia, la ausencia del padre, los sueños y, sobre todo, por el recuerdo de su hermana Laura que sufriría graves problemas psiquiátricos y hasta sería objeto de una lobotomía que el autor incluyo en una de sus piezas más crudas “De repente, el último verano” convertida en famosa y taquillera película por Joseph L. Mankiewicz.
No obstante, en esta ocasión como en otras, sus piezas teatrales se vieron desvirtuadas por los condicionamientos del cine del momento que parecía saber lo que el público esperaba de una película basada en un drama de Williams:morbo, poesía, crueldad y unas dosis de sexualidad poco habituales para el cine del momento. Otra de sus obras más famosas, “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, fue convertida en un atractivo pero descafeinado melodrama en techicolor por Richard Brooks más preocupado por lucir el talento interpretativo de Paul Newman y Elizabeth Taylor que por la fidelidad al texto, al que se le despojó de parte de su crudeza lingüística y de la referencia directa a la homosexualidad de su protagonista masculino.
Los personajes de Williams, sobre todo en sus primeros relatos, suelen ser seres débiles, abocados fracaso y la autodestrucción, pero a la vez con una extraordinaria energía interna que brota del uso que hace de modelos narrativos aparentemente clásicos para llevarlos al desbaratamiento del uso habitual de la lengua literaria a través de la introspección psicológica y el desmoronamiento espiritual.
Reciente ediciones Alba ha vuelto a apostar por los cuentos de Williams con la reedición de "Ocho mujeres poseidas", una recopilación, también algo variopinta, de relatos suyos en los que las protagonistas son mujeres de diferentes edades, generalmente muy próximas a sus retratos femeninos más famosos como la Alexandra del Lago de "Dulce pajaro juventud", la Blanche de "A streetcar..." o la Karen de su novela "La primavera romana...".
Williams parece, como literato, atrapado en su popio universo poético y desolador de seres solitarios y neuróticos, llenos de humanidad pero incapaces no sólo de salvarse a sí mismo sino, en muchas ocasiones, de no acabar aniquilando a los que les rodean.
Esta reseña no pretende ser un estudio de la obra de un escritor inmenso sino una invitación a acercarse a la que es, junto con la su aquí inédita producción poética, la parte menos conocida de su producción como escritor.

Monday, September 11, 2006

MAS CINE



NOSOTROS HACEMOS A LOS HOMBRES”

Sobre NAPOLA de Dennis Gansel





La salida del armario de Gunter Grass como miembro de las SS durante los años de su temprana juventud ha puesto de actualidad un filme-recién estrenado en DVD que a simple vista parece repetir una fórmula harto utilizada a lo largo de la historia del cine y con un nuevo revival en títulos recientes de diferente calado y calidad como “Europa, Europa” o “Sophie Scholl”. Napola o Las escuelas de élite nazis es el escenario donde transcurre casi todo el filme homónimo de Gansel, un decorado harto frecuentado por el cine alemán y ha dado lugar a pequeñas obras maestras de la cinematografía germana como “El joven Torless” de Volker Schlondorff-según el libro homónimo de Musil- que también adaptó para la gran pantalla “El tambor de hojalata” de Grass y que ahora se muestra públicamente decepcionado por la revelación del gigante de la literatura.
Estos espacios de disciplinamiento de mentes y cuerpos adolescentes para convertirlos en jóvenes maquinas de matar y no pensar son un territorio propicio no sólo para las historias de rebelión individualista o colectivo ante un sistema irracional y represivo donde los haya sino para historias complejas de amistad, enemistad, rivalidad e incluso amor entre jóvenes arios o no tan arios.“Napola” no inventa nada e incluso esta bañada por un maniqueísmo – y recurrencia en los estereotipos- más pronunicado que el de otros títulos de argumento similar pero es una película notable y perturbadora, de indiscutible talla fílmica y plena de momentos impresionantes.
La odisea del aguerrido Friedrich, de origen humilde, hábil boxeador, no deja de ser otra historia dickensiana de iniciación adolescente, cuando huye de casa y dando la espalda a la voluntad paterna ingresa voluntariamente en una de esas napolas con vistas a tener un gran éxito personal y profesional. Pronto descubrirá que aquello que se inculca y el modo en el que se le inculca- con continuas exhortaciones a la eliminación de la sentimientos como la empatía y la compasión- distan mucho de ser ejemplares y, aunque cegado por el adoctrinamiento y el voluntarismo juvenil de lograr su propósito de labrarse un futuro mejor, tomará conciencia de la realidad gracias a su contacto con otro muchacho, el sensible Albrecht -hijo de un alto funcionario del régimen y aficionado a la escritura- quién se enfrentará a su padre, con trágicos resultados.Efectivamente el filme se divide en buenos muy buenos y malos casi de opereta pero Gansel parece interesado en la ambigüedad de la que logra dotar a su personaje principal al que, en principio, el contacto con el militarismo, la fuerza bruta, la impiedad y el más ridículo heroísmo viril no hacen desistir en su firme empeño de seguir formando del temible engranaje, hasta su dramática conclusión.
“ Napola” está rodada con impecable elegancia, con suntuosos y a la vez sobrios movimientos de cámara, en tonos fríos e invernales –con una gran atención a los colores- y la narración, a pesar de la previsible presencia de discursos nazis y largas secuencias de entrenamiento deportivo y militar(ista) se sigue sin cansancio. El espectador empatiza con el joven y desconcertado protagonista, una sensación interpretación del joven actor Max Riemelt, y odia, con el director y la guionista, a los temibles secundarios, particularmente el villano entrenador y el padre de Albrecht, un malo cruel e irredento.
Los suicidios de dos jóvenes personajes de la cinta y la matanza nocturna en el bosque de unos muchachos rusos, casi niños, van a marcar de un modo brutal y decisivo el progresivo cambio de perspectiva de los dos protagonistas. La amistad entre Albrecht y Friedrich es a su modo también una historia de amor contenida por un entorno viril y homosocial donde ellos siquiera se plantean la posibilidad de la homosexualidad, pero que el espectador calibra progresivamente, particularmente por la rareza de Albrecht con respecto al resto de sus compañeros, entre los que se encuentra en una situación peculiar a la vez de privilegio y desventaja.
El realizador se recrea en muchos momentos en la corporalidad masculina, juvenil, aria y deportiva de los chicos y muchos de los castigos que se les inflingen están basados en la humillación a través de la desnudez de sus cuerpos más o menos atléticos, sin llegar nunca a las evidentes connotaciones homoeróticas y sadomasoquistas de “El joven Torless”-tanto en el libro original como en el filme realizado por Schlondorff. Un cineasta irregular que realizó varias obras importantes- una de ellas a partir del libro más celebre de Grass- pero que actualmente, sin dejar de carecer de interés, ha experimentado un claro declive.