Thursday, April 06, 2006

TEXTOS SOBRE GÉNERO Y OTRAS CULTURAS(1)




Terrorismo íntimo: la vida en la frontera (Gloria Anzaldúa)
El mundo no es un lugar seguro para vivir. Temblamos en celdas separadas en ciudades cercadas, los hombros encorvados, apenas escondiendo el pánico bajo la superficie de la piel, tragándonos diariamente el golpe con el café de la mañana, con el miedo a que quemen nuestras casas con antorchas, a los ataques en las calles. Encerradas.
La mujer no se siente a salvo cuando su propia cultura y la cultura blanca la critican; cuando los varones de todas las razas la cazan como a una presa. Alienada de su cultura materna, «alien» en la cultura dominante, la mujer de color no se siente a salvo en lo más profundo de su Ser. Petrificada, no puede responder, su cara está atrapada entre los intersticios, los espacios entre los diferentes mundos que habita.La habilidad para responder es lo que se conoce como responsabilidad, sin embargo nuestras culturas nos quitan nuestra capacidad de actuar —nos encadenan en nombre de la protección. Bloqueadas, inmovilizadas, no podemos avanzar, no podemos retroceder. Este retorcido movimiento serpenteante, el propio movimiento de la vida, más veloz que el rayo, helado. No nos comprometemos del todo. No utilizamos del todo nuestras facultades. Nos abnegamos. Y ahí, frente a nosotras, está el cruce de caminos y la elección: sentirnos como víctimas cuando otra persona tiene el control y por tanto es responsable y puede ser culpado —ser una víctima y transferir la culpa sobre la cultura, la madre, el padre, elex-amante, el amigo, me absuelve de la responsabilidad—, o sentirse fuerte y, en gran medida, en control.
Mi identidad chicana está forjada en la historia de la resistencia de la mujer india. Los rituales de luto de la mujer azteca eran ritos de desafío para protestar contra los cambios culturales que rompieron la igualdad y el equilibrio entre mujeres y varones, y protestar contra su desplazamiento a un estatus inferior, su denigración. Como la Llorona el únicomedio de protesta de la mujer india era el lamento. So mamá, Raza, how wonderful, no tener que rendir cuentas a nadie. Me siento completamente libre para rebelarme y protestar contra mi cultura. Por mi parte, no tengo miedo a traicionar porque, al contrario que las chicanas y otras mujeres de color que crecieron blancas, o quienes sólo recientemente han vuelto a sus raíces culturales nativas, yo estaba totalmente inmersa en la mía. No fue hasta que fui al instituto que «vi» blancos. Hasta que trabajé en mi título de master no los había tenido a un brazo de distancia.Estaba totalmente inmersa en lo mexicano, un rural, rústico, aislado mexicanismo. Para separarme de mi cultura —y de mi familia— tuve que sentirme suficientemente competente ahí afuera y lo bastante segura por dentro para vivir la vida por mi misma. Sin embargo, cuando dejé mi casa no perdí el contacto con mis orígenes, porque lo mexicano forma parte de mí. Soy una tortuga, allá donde voy llevo mi«hogar» en mi espalda.
No fuí yo quién vendió a mi gente sino ellos a mí. Y sí, aunque el "hogar" permea cada músculo y cartílago de mi cuerpo, yo también tengo miedo de volver a casa. Aunque siempre defenderé a mi raza y mi cultura cuando sean atacadas por los no-mexicanos, conozco el malestar de mi cultura. Detesto algunas formas de mi cultura, como incapacita a las mujeres, como burras, nuestras fuerzas usadas contra nosotras, vulgares y burras, portando humildad con dignidad. La habilidad de servir, afirman los hombres, es nuestra mayor virtud. Detesto como mi cultura hace caricaturas macho de sus hombres. No, no asumo todos los mitos de la tribu en la que nací. Puedo comprender por qué cuanto más teñidas de sangre anglo, mas firmemente mis hermanas de color y decoloradas glorifican los valores de su cultura de color- para compensar la extrema devaluación de la que es objeto por parte de la cultura blanca. Es una reacción legítima. Pero yo no glorificaré aquellos aspectos de mi cultura que me han dañado y que me han dañado bajo el pretexto de protegerme.
Así que no me déis vuestros dogmas y vuestras leyes. No me deis vuestros banales dioses. Lo que quiero es contar con las tres culturas- la blanca, la mexicana, la india-. Quiero la libertad de poder tallar y cincelar mi propio rostro, cortar la hermorragia con cenizas, moldear mis propios dioses desde mis entrañas. Y si ir a casa me es denegado entonces tendré que levantarme y reclamar mi espacio, creando una nueva cultura- una cultura mestiza- con mi propia madera, mis propios ladrillos y argamasa y mi propia arquitectura feminista.
Gloria Anzaldúa ("Movimientos de rebeldía y culturas a las que traicionan")
en Otras inapropiables, Feminismos desde la Frontera. Ed. Traficantes de sueños. Colección Mapas, 6.
Creative commons.se permite la copia ©

No comments: