Tuesday, September 04, 2012

ELEFANTE BLANCO


 

Pablo Trapero parece dispuesto a enseñarnos las tripas y el lado más oscuro de la sociedad latinoamericana en general, y la Argentina en particular. “Elefante blanco”, dejando a un lado su “sui generis” componente religioso (los protagonistas son dos curas obreros), es una amarga y dinámica historia sobre la ocupación de un viejo hospital por parte de jóvenes y no tan jóvenes que buscan un medio de subsistencia en el corazón más herido del país. Aunque el filme se abre en la selva  colombiana, los escenarios son las calles de una ciudad, sitiada  en parte por las desigualdades, la lucha contra la injusticia, la especulación y el narcotráfico.

 Ricardo Darín y Jeremy Renier, dos actores de talla demostrada, bordan sus personajes de dos sacerdotes sensibles y honestos  que junto con una joven  asistenta social (Martina Guzmán, actriz fetiche del director) buscan hacer de ese elefante blanco, de ese bloque convertido en refugio, un lugar habitable en contra de las autoridades, la jerarquía eclesiástica y   los constructores todo ello  en un clima  en el que al igual que  en “Carancho” se plasma la tensión y no se escatiman las dosis de violencia y crueldad.

 

“Elefante blanco” muestra la absoluta madurez narrativa del director de “Crónicas” una de las voces más contundentes  y comprometidas del continente y también un hábil montador y director de actores y actrices. No falta  humor  negro ni sensualidad en el filme, pero  ante todo estamos  ante una tragedia sobre aquella zona de Argentina que no suele salir mucho en las noticias, y que Trapero  muestra  nuevamente sin escatimar detalles y sin atenuar su denuncia sino apoyándola en una puesta en escena ágil, un uso hábil de los caracteres humanos que  va presentando  y un tono que, tras la desesperanza y la crispación , llama a la lucha y a la denuncia social.

1 comment:

Unknown said...

Vi la película hace algunas semanas y no tengo una oponión tan favorable. El argumento me pareció sacado de la película La Misión, pero actualizado a una zona marginal de Buenos Aires. Y aunque Ricardo Darín defiende bastante bien su personaje, evidentemente Jérémie Renier no es Robert de Niro. Además todo está tan dramatizado y es tan sentimental que me resultó poco creible (¿quien ha visto fuera del mundo árabe un funeral con disparos?). Probablemente había puesto las expectativas demasiado altas y por eso me decepcionó.

David.