Friday, December 23, 2011

EL TIEMPO ES ORO


IN TIME









Director: Andrew Niccol





Guión: Andrew Niccol





Interpretes: Justin Timberlake, Amanda Seyfried, Vincent Kartheiser, Cillian Murphy,

“El tiempo es oro” parece decirnos el director de “Gattaca” en su desequilibrada “In time”, otra distopia futurista acerca de un mundo donde las monedas no son el euro de Merkel, ni el "Compro oro" de las mafias burgalesas, ni nuestras antiguas pesetas sino los meses, las horas y los minutos. Andrew Niccol es un hábil montador de espectáculos de acción y suspense y el ritmo del filme se sostiene hasta el final, pero falla la elección de los dos protagonistas (Justin Timberlake y Amanda Seyfried) tan seductores de la cámara como carentes de vedadera expresividad o capacidad de conmovernos Asimismo el director y guionista parece más preocupado por los efectos visuales y los vistosos decorados y se muestra incapaz de dar hondura psicológica a estos personajes, que, al contrario de lo que ocurría en “Gattaca”, no alcanzan la entidad humana precisa para enganchar al espectador.

“In time” es un buen espectáculo que parte de una premisa atractiva y que retrata indirectamente un mundo sacudido por la codicia y el engaño sea cual sea la moneda que utilicemos. No obstante, y a pesar de la cuidada ambientación, la fotografía de Roger Deakins y su banda sonora, el filme no levanta el vuelo porque el propio realizador –al contrario de lo que sucedía en “Gattaca”- no muestra demasiado entusiasmo por los aspectos más oscuros, homoeróticos y críticos de una historia de amor amenazada por una troupe de mercenarios del reloj liderados por el casi siempre intenso Cillian Murphy. Robos, atracos, violencia y una endeble y relamida historia de amor entre mundos opuestos son los principales ingredientes de “In time”, un thriller futurista sin la capacidad de seducción o reflexión de otros trabajos de Niccol y que tiende hacia el apresuramiento del comic, de argumento rebuscado pero con personajes de una pieza. Un filme destinado a los sentidos y la imaginación, pero que acaba mostrándose simplista, exclusivamente lúdico y no apenas deja poso.

Tras un arranque prometedor el videojuego de Niccol se desinfla ante nuestros ojos porque, a pesar de la estudiada planificación, el realizador “no cuenta nada” y los intérpretes solo transmiten una cierta desazón y miedo a las mafias del minutero. El mensaje de diluye y al contrario que en “El señor de la guerra” la crítica social queda reducida a la mínima expresión en favor de un relato de aventuras adolescentes sin más encanto que el de una cuidada producción y unos protagonistas más aptos para anuncios de belleza que para dar vida a dos seres que buscan su identidad en medio del caos de un mundo destruido por la avaricia, la cuenta atrás y la competitividad.

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