“Hysteria” es el hermoso debut en el
largo de Tanya Wexler. Una comedia social y sexual que, aunque destinada a
entretener pero también invita a la reflexión. “Hysteria” incluye un verdadero
recital interpretativo de actores y actrices (en particular Hugh Dancy y Maggie
Gyllenhaal)  habitual en el cine
británico “de qualité” y aunque sus planteamientos son discutibles y algunas
secuencias “poco sutiles” está dotada de un ritmo, una ambientación   y un saludable desenfado que impiden el
aburrimiento del espectador.
Un filme sobre la medicina como
“negocio” o “altruismo”, sobre el amor y el sexo, sobre una sociedad
cambiante  que al mismo tiempo   se resiste a los cambios. Muestra la
voluntad de ayudar a los demás en los personajes del joven doctor Joseph
Mortimer Granville (Dancy)  y Charlotte
Dalrymple la hija rebelde que encana Gyllenhaal con un increíble ímpetu en su
empeño por socorrer  a personas
desfavorecidas a pesar de su origen burgués. 
El tema de la película puede parecer
algo burdo, ya que nos acerca a la invención del vibrador (llamado hoy de mil
maneras) en la Inglaterra del siglo XIX, pero también nos acerca a las
diferencias sociales y a la frontera entre el amor y el deber, la lucha de
clases y la profesión médica vista de diferentes formas.
A pesar de algunos secundarios algo
caricaturescos (como esas damas victorianas ávidas de orgasmos, el personaje
del padre que encarna Jonathan Pryce, o ese millonario desocupado interpretado
con humor por Rupert Everet), “Hysteria”, sin romper los moldes de la comedia
romántica y el cine de época, se nos antoja un trabajo interesante que aborda
la sexualidad sin tapujos,  pero que,
sobre todo, trata de  la lucha entre el
progreso y la superstición, el inmovilismo social y el afán de investigar
y  la emancipación frente a los corsés
impuestos. 


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